

El salmón salvaje de Noruega sufre una lenta agonía por la acuicultura
Con el agua hasta la cintura, Christer Kristoffersen lanza su sedal en el río, pero no pesca nada, ya que el salmón salvaje, emblema de Noruega, sufre un dramático declive por el cambio climático y la acuicultura.
"Cuando era niño, a principios de los años 1980, el río estaba repleto de truchas de mar y salmones. Podías atrapar entre 10 y 15 en una noche", explica este apasionado de la pesca deportiva, instalado en el río Stjørdal.
A pesar tener de décadas de experiencia, lleva diez días seguidos sin pescar.
El salmón se volvió tan escaso que Noruega lo incluyó en 2021 en su lista roja de especies casi amenazadas.
Una proporción cada vez mayor de estos peces que migran entre agua dulce y salada no regresa a desovar al lugar donde nacieron, río arriba. Desaparecen en el mar por razones aún misteriosas, aunque los científicos creen que están vinculadas al cambio climático.
Solo 323.000 salmones salvajes remontaron los ríos noruegos en 2024, menos de un tercio de las cifras de los años 80, según el comité científico para la gestión del salmón, organismo independiente creado por las autoridades.
Esto preocupa tanto a los aficionados como a quienes viven de la pesca deportiva, práctica arraigada en el ADN noruego desde el siglo XIX.
"La pesca del salmón es muy importante para Noruega, tanto para las comunidades locales en los valles fluviales como para la economía. Y atrae a muchos turistas", destaca Aksel Hembre, vicepresidente de Norske Lakseelver, asociación que agrupa a los gestores de ríos salmoneros.
Pero ante el colapso de las migraciones (el número de peces que remontan los ríos), las autoridades suspendieron la pesca en 33 cursos de agua el año pasado, y este año impusieron restricciones (cierres de ríos, temporadas acortadas y cuotas).
Un duro golpe para los profesionales del turismo y los entre 60.000 y 80.000 pescadores deportivos que aún practican en ríos donde la población de salmónidos es considerada suficiente.
- Piojos de mar -
Aunque el cambio climático perceptible en los ríos (aumento de temperatura, lluvias, sequías) y en el mar (alteración del ecosistema y de las fuentes de alimento) es difícil de detener, otro responsable es la acuicultura.
Desde los años 70, Noruega produce salmón de criadero, industria lucrativa que en 2024 generó 10.000 millones de euros —el segundo producto de exportación tras los hidrocarburos— y que proporciona empleos en las zonas costeras.
Sus fiordos están salpicados por cientos de granjas acuícolas. Cada una de sus 6 a 12 jaulas flotantes puede contener hasta 200.000 peces.
No solo el salmón de criadero es, según algunas estimaciones, mil veces más numeroso que el salvaje, sino que también contribuye a su declive.
Las principales amenazas que representa son los piojos de mar —parásitos que proliferan en las granjas—, las fugas que provocan cruces genéticos no deseados, y las enfermedades, según el comité científico.
Cuando los salmones salvajes juveniles migran al mar y pasan cerca de las granjas, "si contraen muchos de estos parásitos, estos les erosionan la piel, pueden chuparles la sangre y terminan matándolos", explica Torbjørn Forseth, presidente del comité.
"El cruce entre salmones salvajes y de criadero es problemático, porque el salmón de criadero está seleccionado y adaptado al entorno de una granja acuícola, muy distinto del medio natural", añade.
"Algunas características de estos peces (como su crecimiento acelerado) son muy perjudiciales para el salmón salvaje", destaca.
- ¿Jaulas cerradas? -
Para erradicar estos problemas, muchas voces reclaman que las jaulas, actualmente abiertas al entorno marino, sean reemplazadas por sistemas cerrados, herméticos pero más costosos.
"Exigimos que no haya emisiones, ni fugas de peces, ni impacto de los piojos sobre el salmón salvaje. Es imprescindible si queremos salvar esta especie", insiste Hembre.
Aunque la industria acuícola dice preocuparse por el salmón salvaje, pide más tiempo.
"Esto no avanza rápido porque es complejo. Imaginen construir un sistema cerrado e instalarlo en el mar, comparado con uno abierto. Hay muchísimos factores a tener en cuenta", argumenta Øyvind André Haram, portavoz de la Norwegian Seafood Association, que agrupa a los grandes del sector.
"¿Se puede romper o verse afectado por las corrientes marinas? Se necesita tiempo para estar 100% seguros de que el sistema es fiable", asegura.
El sector también reclama más estudios para explicar el declive de las poblaciones.
Por su parte el Parlamento aprobó en junio un texto que prevé regular las piscifactorías de aquí a dos o cuatro años y que debería empujar al sector a adoptar jaulas cerradas.
"Avanzan a paso de tortuga, mientras que el salmón salvaje necesita una revolución", lamenta Ann Britt Bogen, que gestiona una casa rural en las orillas del río Gaula.
"Temo ser de la última generación que pescará salmón salvaje en Noruega si el gobierno no asume sus responsabilidades", resalta.
G.Rivera--ECdLR