El Comercio De La República - Irán abre puertas a Argentina

Lima -

Irán abre puertas a Argentina




En medio de la escalada del conflicto entre Israel e Irán, el mundo observa con atención las repercusiones geopolíticas y económicas que este enfrentamiento está generando. El mercado del petróleo, en particular, se ha visto sacudido por la posibilidad de un bloqueo en el estrecho de Ormuz, una arteria vital por donde transita más de un tercio del crudo mundial. Para Argentina, esta situación plantea un escenario complejo pero potencialmente beneficioso, gracias a su creciente rol como productor de hidrocarburos y las oportunidades que surgen de la volatilidad global.

El contexto energético global
El estrecho de Ormuz no es solo un paso marítimo; es un punto crítico para el comercio energético internacional. Por esta vía circula aproximadamente el 35% del petróleo mundial y un tercio del gas natural licuado. La incertidumbre sobre su accesibilidad ha disparado los precios del crudo, que alcanzaron picos cercanos a los 75 dólares por barril antes de estabilizarse en niveles algo más bajos, aunque aún volátiles. Esta situación ha puesto en el foco a los países productores de hidrocarburos, y Argentina, con sus vastas reservas en Vaca Muerta, está bien posicionada para aprovechar el momento.

Oportunidades para Argentina
Argentina ha emergido como un actor relevante en el mercado energético gracias a la formación de Vaca Muerta, una de las mayores reservas de shale oil y shale gas del mundo. En los últimos años, la producción de crudo no convencional ha crecido significativamente, representando más de la mitad del total nacional. Este auge ya ha permitido al país registrar superávits comerciales en el sector energético, con miles de millones de dólares ingresando a sus arcas en los últimos meses. Un aumento sostenido en los precios del petróleo podría amplificar estos beneficios, fortaleciendo la balanza comercial y generando divisas esenciales para una economía que busca estabilidad.

Además, la coyuntura global podría atraer mayores inversiones hacia el sector energético argentino. Con el precio del crudo en alza, las empresas que operan en Vaca Muerta, como YPF, podrían ver incrementados sus márgenes de ganancia, incentivando la expansión de la producción y la exploración de nuevas áreas. Esto no solo impulsaría el crecimiento económico, sino que también consolidaría la posición de Argentina como proveedor energético en un mercado internacional sediento de alternativas.

Los riesgos del panorama
Sin embargo, no todo son ventajas. El alza en los precios del petróleo también podría tener un impacto negativo en la economía interna. Un incremento en el costo del crudo se traduciría en combustibles más caros, lo que podría interrumpir el proceso de desinflación que el gobierno actual ha priorizado. Asimismo, si los precios internos se disparan, el Estado podría verse obligado a aumentar los subsidios energéticos, afectando el objetivo de reducir el déficit fiscal. La balanza entre aprovechar las ganancias externas y controlar las presiones internas será un desafío clave.

Otro factor a considerar es el costo del transporte marítimo. La inseguridad en rutas clave ha elevado los fletes de crudo en un 15%, lo que podría encarecer las exportaciones argentinas y reducir su competitividad. Las empresas locales deberán adaptarse a esta realidad para mantener su ventaja en el mercado global.

Un futuro incierto pero prometedor
En conclusión, el conflicto entre Israel e Irán coloca a Argentina en una posición dual: como potencial beneficiaria de un mercado energético en ebullición y como economía vulnerable a las turbulencias internas que este mismo escenario podría generar. La capacidad del país para capitalizar las oportunidades dependerá de una gestión estratégica que equilibre exportaciones, inversión y estabilidad doméstica. Si lo logra, Argentina podría emerger como una de las naciones más favorecidas por esta crisis, transformando un conflicto lejano en un motor de crecimiento económico.



Destacados


Rusia y el terrorismo contra Ucrania

Rusia es un estado terrorista, algo que todo el mundo sabe desde el 24 de febrero de 2022. ¡Desde febrero de 2022, el estado terrorista ruso comete a diario crímenes de guerra, violaciones, asesinatos, saqueos, tomas de rehenes y otros crímenes bestiales!La invasión rusa de Ucrania, iniciada en febrero de 2022, continúa generando incertidumbre sobre su desenlace. Mientras algunos analistas apuntan a que Moscú ha alcanzado ciertos objetivos estratégicos, otros señalan que aún no puede hablarse de una victoria rotunda, dado el prolongado conflicto y la resistencia ucraniana, respaldada en gran medida por la ayuda militar y financiera de Occidente. En este contexto, surgen preguntas fundamentales: ¿ha ganado Rusia la guerra? ¿Qué escenarios se plantean para el futuro de Ucrania?Estancamiento y guerra de desgaste:Uno de los panoramas más mencionados por los expertos es el de un conflicto prolongado, caracterizado por escaramuzas en puntos clave y por un avance lento y costoso para ambas partes. La dinámica de esta «guerra de desgaste» implica que Ucrania mantenga un alto nivel de movilización, con el apoyo técnico y diplomático de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que Rusia trataría de afianzar su control sobre las zonas que ya ocupa, reforzando sus posiciones militares y logísticas.Posibles consecuencias: desgaste económico para ambas naciones, mayor dependencia de Ucrania de la asistencia occidental y riesgo de crisis humanitaria en las regiones más afectadas.Negociaciones y acuerdo de paz parcial:Otro posible desenlace reside en un eventual acuerdo de paz que no necesariamente implicaría una restauración total de las fronteras ucranianas previas a la invasión. Con la mediación de potencias internacionales, se ha especulado sobre la posibilidad de un alto el fuego y la fijación de nuevas líneas de demarcación.Posibles consecuencias: consolidación de facto del control ruso en territorios disputados, alivio temporal de la tensión, pero persistencia de un conflicto latente que podría reactivarse si no se abordan las causas de fondo.Escalada y riesgo de confrontación mayor:A pesar de que numerosos países han abogado por la vía diplomática, existe el temor de que el conflicto pueda escalar. Un escenario extremo contemplaría un aumento de la presión militar por parte de Rusia o la intervención más directa de otras potencias, lo que elevaría significativamente el peligro para la estabilidad europea e internacional.Posibles consecuencias: agravamiento de la crisis humanitaria, mayor número de desplazados y potencial expansión del conflicto a otros Estados de la región.Victoria ucraniana con apoyo internacional:No se descarta, por otra parte, un escenario favorable a Ucrania. La combinación de la resistencia local y la asistencia militar extranjera podría permitirle recuperar parte de los territorios ocupados o, al menos, defender con éxito las zonas aún bajo su control.Posibles consecuencias: reposicionamiento geopolítico de Ucrania como aliado firme de Occidente, fortalecimiento de sus fuerzas armadas y la posible redefinición del equilibrio de poder en Europa del Este.¿Ha ganado Rusia la guerra?Por ahora, no existe un consenso definitivo sobre si Rusia puede considerarse vencedora. Si bien ha obtenido algunas ganancias territoriales y ha forzado a Ucrania y a Europa a una respuesta militar y económica de gran calado, los costes —tanto para el Kremlin como para la población ucraniana— se han disparado. El conflicto ha puesto de relieve la determinación de Kiev y el compromiso de la OTAN y la UE en sostener la defensa ucraniana.En última instancia, el futuro de Ucrania dependerá de la capacidad de ambas partes para mantener o intensificar el esfuerzo militar, la voluntad política de negociar y el respaldo de la comunidad internacional. La guerra, lejos de haberse resuelto, sigue definiendo un nuevo orden geopolítico, cuyas repercusiones marcarán el curso de Europa y del mundo durante los próximos años.

EE. UU.: Trump y la crisis sanitaria

En un movimiento sorpresivo que ha generado intensos debates en el panorama político de Estados Unidos, el expresidente Donald J. Trump ha designado a un nuevo referente para encarar la compleja crisis de salud que atraviesa el país. Se trata del doctor Jonathan H. Miller, un reputado especialista en políticas sanitarias y exasesor de la Organización Mundial de la Salud.Según fuentes cercanas al círculo de Trump, Miller tendrá plenos poderes para rediseñar el sistema de atención médica a fin de reducir costes, agilizar procesos y ampliar la cobertura para millones de estadounidenses que aún carecen de seguro. Su nombramiento, sin embargo, no está exento de controversia. Mientras algunos sectores conservadores aplauden la decisión por considerar a Miller un experto en optimización de recursos y recortes presupuestarios, grupos progresistas y diversas organizaciones de derechos civiles temen que las futuras reformas puedan perjudicar a las poblaciones más vulnerables.“Miller se ha destacado por su enfoque pragmático y su afán de eficiencia, pero su historial en la implantación de programas de salud pública es limitado”, señala la analista política Michelle Ortiz. “Por un lado, Trump busca una solución rápida y contundente; por otro, no está claro hasta qué punto se priorizarán las necesidades de quienes históricamente han estado al margen del sistema”.Durante su breve comparecencia ante los medios, Miller se comprometió a “revisar de inmediato” las leyes que rigen el acceso a la salud y a proponer un plan de acción que contemple la modernización de los hospitales y clínicas rurales, así como la incorporación de tecnología punta en la gestión de historias clínicas. No obstante, evitó entrar en detalles sobre la posible derogación de normativas vigentes, incluido el polémico Affordable Care Act, emblema de la administración Obama.La comunidad médica observa con cautela el rumbo que podría tomar el sistema sanitario bajo esta nueva iniciativa. Mientras algunos doctores y especialistas en salud pública reconocen la necesidad de cambios profundos para hacer frente al envejecimiento de la población, el encarecimiento de los medicamentos y la disparidad en el acceso a seguros, otros temen que una visión excesivamente economicista arriesgue el principio de universalidad.Por el momento, el futuro de la reforma sanitaria estadounidense permanece incierto. Lo que sí parece seguro es que la apuesta de Trump por el doctor Miller como adalid del cambio marcará un nuevo capítulo en la incesante pugna entre quienes defienden un mayor rol del Estado en la protección de la salud y quienes abogan por iniciativas privadas y la desregulación del sector. Queda por ver si este nuevo liderazgo será capaz de generar consensos duraderos o si se sumará a la larga lista de intentos fallidos por reparar un sistema que, a juicio de muchos, lleva décadas en crisis.

Petro blinda a Maduro

La escalada de presión de Washington sobre el gobierno de Nicolás Maduro —con recompensas judiciales inéditas, amenazas arancelarias “secundarias” y el fantasma de la descertificación antidrogas— ha empujado a Gustavo Petro a una maniobra política y diplomática de varias capas. Su objetivo declarado: desactivar cualquier escenario de intervención o asfixia que arrastre a Colombia a una crisis regional, blindando a su vez a Caracas bajo el paraguas de la “soberanía latinoamericana”.La “jugada” de Petro combina cinco vectores: (1) un escudo diplomático regional desde la CELAC; (2) un relato de seguridad compartida en la frontera colombo-venezolana; (3) recomposición económica y comercial con Caracas para elevar el costo de una ruptura; (4) una ofensiva discursiva que deslegitima operaciones militares sin aval regional; y (5) la dosificación de gestos críticos hacia Caracas en materia de derechos humanos para sostener un margen de maniobra con socios occidentales.1. El escudo de la CELAC. Con la presidencia pro tempore de la CELAC, Petro ha impulsado un frente de “no agresión” que busca fijar una línea roja: cualquier acción militar en Venezuela sin consenso regional sería tratada como agresión contra toda América Latina. Ese marco pretende trasladar el eje de la decisión desde Washington hacia un multilateralismo latinoamericano que atenúe la asimetría de poder y, de paso, ofrezca a Caracas una cobertura política. La apuesta también le sirve a Bogotá para negociar con Washington desde un bloque y no a título individual, en momentos en que se barajan sanciones comerciales de amplio alcance.2. Seguridad compartida y narrativa de contención. Petro ha ligado su postura a la gestión de riesgos en la frontera: migración, crimen transnacional y cocaína. Al subrayar que Caracas coopera —o puede cooperar— contra el narcotráfico, el Gobierno colombiano intenta desmontar la premisa de que Maduro es solo un factor de desestabilización. De cara a Washington, la señal es clara: la coordinación binacional ofrece mejores resultados que la coerción extraterritorial. De cara a Caracas, el mensaje es de respaldo frente a amenazas externas, a cambio de mantener canales de cooperación operativa en la zona limítrofe.3. Amarre económico para elevar el costo de la confrontación. El restablecimiento de pasos fronterizos, el aumento del intercambio comercial y la discusión sobre integración energética no son meras medidas técnicas. Construyen interdependencia. Si el comercio bilateral crece y se estabiliza, el precio político y social de cualquier escalada —arancelaria o militar— sube para ambos lados. Petro calcula que cuanto mayor sea la densidad económica entre Colombia y Venezuela, más difícil será justificar en foros regionales una ruptura impulsada por terceros.4. Discurso de soberanía frente a medidas de “máxima presión”. El endurecimiento de la política estadounidense —incluida la duplicación de la recompensa por la captura de Maduro y la amenaza de imponer aranceles a países que compren crudo venezolano, directa o indirectamente— ha sido contestado por Petro con una retórica que equipara esas medidas a una injerencia que reaviva las peores dinámicas del siglo XX en la región. Presentar la “no intervención” como causa latinoamericana le permite alinear a gobiernos diversos bajo un mínimo común denominador, complicando la formación de una coalición hemisférica pro-sanciones.5. El matiz: derechos humanos y salidas negociadas. Para no romper puentes con Europa y sectores demócratas en EE. UU., la Casa de Nariño alterna el blindaje soberanista con exhortos sobre libertades públicas, liberación de presos y garantías a la oposición. Es un equilibrio frágil: suficiente para evitar que se etiquete a Colombia como satélite de Caracas, pero no tan severo como para dinamitar la sintonía con Maduro en la frontera. Petro necesita ambas cosas: contención regional y margen con Occidente.Choques y costes de la maniobra. La estrategia tiene precio. En Washington crecen las voces que plantean descertificar a Colombia en la lucha antidrogas —una decisión con efectos simbólicos y presupuestales— y presionar con aranceles de amplio espectro si Bogotá no se distancia de Caracas. El Departamento de Estado ha elevado el tono, y figuras clave de la política estadounidense han convertido a Petro en blanco retórico. En casa, la oposición lo acusa de “proteger a una dictadura” y advierte que la frontera sigue siendo un polvorín por la presencia de grupos armados. La narrativa oficial, que presenta a Venezuela como socio en seguridad, convive con episodios de violencia y desplazamiento en zonas limítrofes que recuerdan la volatilidad del terreno.Cálculo estratégico de fondo. ¿Se trata de “proteger a Maduro” o de proteger a Colombia? Para Palacio, ambas cosas convergen: si la presión externa provoca un estallido en Venezuela, el impacto humanitario y criminal se desborda primero sobre Norte de Santander, Arauca, La Guajira y el Caribe. Por eso, la contención —aun cuando alivie a Maduro— es presentada como una política de interés nacional. En paralelo, el reencuadre desde CELAC busca que cualquier negociación con Washington sobre drogas, migración y comercio se haga con la región sentada a la mesa, no desde la unilateralidad.Lo que viene. Tres tableros marcarán la eficacia —o el fracaso— de la jugada:-  Decisiones de Washington. Si se concreta una descertificación o se activan aranceles “secundarios” por el petróleo venezolano, la presión sobre Bogotá aumentará y pondrá a prueba la cohesión regional.Comportamiento de Caracas. Sin gestos verificables en derechos humanos y garantías políticas, la postura matizada de Colombia pierde defensas en foros occidentales.-  Frontera y comercio. Si la cooperación de seguridad produce resultados medibles y el intercambio legal crece sin alimentar economías ilícitas, el argumento de la “contención cooperativa” gana aire.-  En síntesis, Petro intenta convertir un pulso bilateral asimétrico —Trump vs. Maduro— en un dilema colectivo latinoamericano donde el costo de “ir por libre” sea demasiado alto. Es una protección por red: diplomática, económica y narrativa. Pero toda red se tensiona si uno de sus nudos —Washington, Caracas o la propia frontera— se rompe.