El Comercio De La República - ¿Europa se rinde ante Moscú?

Lima -

¿Europa se rinde ante Moscú?




A medida que la guerra en Ucrania entra en su cuarto año, la pregunta vuelve con fuerza: ¿está Europa bajando los brazos mientras Washington, bajo el mandato de Donald Trump, empuja a Kyiv hacia un acuerdo que favorezca a Moscú? La respuesta corta es no; la larga exige distinguir entre retórica política, maniobra diplomática y hechos verificables sobre financiación, armamento y garantías de seguridad.

Un péndulo en Washington, un ancla en Bruselas
En Estados Unidos, el discurso ha oscilado entre promesas de “acabar la guerra” mediante una cumbre rápida y señales de impaciencia por la falta de avances. La Casa Blanca afirma trabajar en “garantías de seguridad” para Ucrania, y a la vez condiciona pasos clave a un proceso de negociaciones que el Kremlin no ha aceptado formalmente. Este doble movimiento crea un marco de presión: si no hay diálogo, se revisa el apoyo; si lo hay, se modula la ayuda militar, sobre todo en el uso de misiles de largo alcance. Para Kyiv, la prioridad sigue siendo evitar un “alto el fuego congelado” que legitime ocupación y desgaste.

Europa, por su parte, ha pasado de un enfoque reactivo a uno estructural. El “Ukraine Facility” para 2024-2027 asegura financiación estable por decenas de miles de millones de euros, mientras que los beneficios extraordinarios generados por activos rusos inmovilizados se canalizan para sostener a Ucrania y respaldar préstamos del G7. Más allá del dinero, la UE ha impulsado su base industrial de defensa con un objetivo claro: que la munición y los sistemas críticos salgan de fábricas europeas, con ritmos de producción mucho mayores que en 2022.

El músculo industrial europeo ya no es promesa, es capacidad
La escasez de proyectiles de 155 mm marcó 2023. En 2025, la producción europea —impulsada por el programa ASAP y acuerdos bilaterales— se acerca a umbrales que hace dos años parecían inalcanzables. A ello se suma una cadena de anuncios coordinados: sistemas Patriot, radares y cofinanciaciones que refuerzan la defensa aérea ucraniana. Cada batería adicional no solo salva vidas en ciudades y centrales eléctricas, sino que también protege la industria de drones y municiones que Ucrania ha levantado bajo fuego.

Este viraje industrial tiene una lectura política: Europa se prepara para un conflicto largo, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca. Si Washington bascula, Bruselas y varias capitales han decidido que su seguridad —energética, económica y territorial— se juega en el Dniéper. Eso no es rendición; es asumir costos y riesgos para sostener a un socio en guerra.

Diplomacia de cumbres: entre la foto y el resultado
Las señales desde Washington hablan de contactos de alto nivel con Moscú y deseos de una reunión directa Zelenski-Putin. Pero el Kremlin ha evitado dar el paso que Kyiv y sus aliados consideran indispensable: reconocer las fronteras internacionalmente aceptadas y retirar tropas. Mientras no haya compromisos verificables, la “paz rápida” corre el riesgo de ser un alto el fuego con líneas de frente congeladas que Rusia pueda rearmar a su conveniencia.

Europa observa ese tablero con escepticismo pragmático. Nadie descarta la diplomacia; lo que se descarta es una paz que legitime la conquista. Por eso, las garantías de seguridad que se discuten —defensa aérea, financiación plurianual, producción de munición y entrenamiento— buscan asegurar que cualquier negociación no nazca viciada por la asimetría militar.

Campo de batalla y escalada a distancia
Sobre el terreno, el patrón es conocido: ataques rusos con misiles y drones contra infraestructura civil y militar ucraniana; golpes ucranianos de largo alcance sobre depósitos de combustible, aeródromos y, últimamente, instalaciones en territorios rusos, con polémica alrededor de objetivos sensibles como centrales energéticas. La dimensión aérea —Patriot, Iris-T, NASAMS, Gepard— sigue siendo decisiva: cada mejora en la cobertura reduce el coste económico y humano de la defensa y da margen a la industria ucraniana para producir y reparar.

¿“Entregar” Ucrania? Las líneas rojas
¿Existe riesgo de que Washington presione por concesiones territoriales? Hay indicios de debates internos y mensajes ambiguos, pero también compromisos públicos de apoyo a la seguridad ucraniana. En paralelo, los europeos han blindado mecanismos financieros y de producción que no dependen de un solo ciclo político estadounidense. La tesis de la “entrega” presupone tres condiciones a la vez: un viraje brusco en la política de EE. UU., la aceptación europea de ese viraje y la voluntad de Kyiv de firmar un acuerdo desventajoso. Hoy, ninguna de las tres está plenamente presente.

Lo que viene
A corto plazo, cabe esperar más diplomacia visible —enviados especiales, calendarios de “dos semanas”, propuestas de alto el fuego— y, en paralelo, más entregas de defensa aérea y munición. A medio plazo, la cuestión es si el frente se estabiliza sin legitimar la ocupación. Si la industria europea sostiene el esfuerzo ucraniano y las garantías de seguridad se concretan, un acuerdo negociado podría, por primera vez, ser algo más que una foto. Si no, la guerra seguirá como hasta ahora: a cámara lenta, pero implacable.

Conclusión
Europa no se rinde: financia, produce y blinda su apoyo. La administración Trump busca una salida “rápida”, pero sin concesiones verificables de Moscú la paz sería papel mojado. Entre la prisa de las cumbres y la paciencia de las fábricas, la balanza —por ahora— se inclina hacia la persistencia europea y la resiliencia ucraniana.



Destacados


Rusia y el terrorismo contra Ucrania

Rusia es un estado terrorista, algo que todo el mundo sabe desde el 24 de febrero de 2022. ¡Desde febrero de 2022, el estado terrorista ruso comete a diario crímenes de guerra, violaciones, asesinatos, saqueos, tomas de rehenes y otros crímenes bestiales!La invasión rusa de Ucrania, iniciada en febrero de 2022, continúa generando incertidumbre sobre su desenlace. Mientras algunos analistas apuntan a que Moscú ha alcanzado ciertos objetivos estratégicos, otros señalan que aún no puede hablarse de una victoria rotunda, dado el prolongado conflicto y la resistencia ucraniana, respaldada en gran medida por la ayuda militar y financiera de Occidente. En este contexto, surgen preguntas fundamentales: ¿ha ganado Rusia la guerra? ¿Qué escenarios se plantean para el futuro de Ucrania?Estancamiento y guerra de desgaste:Uno de los panoramas más mencionados por los expertos es el de un conflicto prolongado, caracterizado por escaramuzas en puntos clave y por un avance lento y costoso para ambas partes. La dinámica de esta «guerra de desgaste» implica que Ucrania mantenga un alto nivel de movilización, con el apoyo técnico y diplomático de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que Rusia trataría de afianzar su control sobre las zonas que ya ocupa, reforzando sus posiciones militares y logísticas.Posibles consecuencias: desgaste económico para ambas naciones, mayor dependencia de Ucrania de la asistencia occidental y riesgo de crisis humanitaria en las regiones más afectadas.Negociaciones y acuerdo de paz parcial:Otro posible desenlace reside en un eventual acuerdo de paz que no necesariamente implicaría una restauración total de las fronteras ucranianas previas a la invasión. Con la mediación de potencias internacionales, se ha especulado sobre la posibilidad de un alto el fuego y la fijación de nuevas líneas de demarcación.Posibles consecuencias: consolidación de facto del control ruso en territorios disputados, alivio temporal de la tensión, pero persistencia de un conflicto latente que podría reactivarse si no se abordan las causas de fondo.Escalada y riesgo de confrontación mayor:A pesar de que numerosos países han abogado por la vía diplomática, existe el temor de que el conflicto pueda escalar. Un escenario extremo contemplaría un aumento de la presión militar por parte de Rusia o la intervención más directa de otras potencias, lo que elevaría significativamente el peligro para la estabilidad europea e internacional.Posibles consecuencias: agravamiento de la crisis humanitaria, mayor número de desplazados y potencial expansión del conflicto a otros Estados de la región.Victoria ucraniana con apoyo internacional:No se descarta, por otra parte, un escenario favorable a Ucrania. La combinación de la resistencia local y la asistencia militar extranjera podría permitirle recuperar parte de los territorios ocupados o, al menos, defender con éxito las zonas aún bajo su control.Posibles consecuencias: reposicionamiento geopolítico de Ucrania como aliado firme de Occidente, fortalecimiento de sus fuerzas armadas y la posible redefinición del equilibrio de poder en Europa del Este.¿Ha ganado Rusia la guerra?Por ahora, no existe un consenso definitivo sobre si Rusia puede considerarse vencedora. Si bien ha obtenido algunas ganancias territoriales y ha forzado a Ucrania y a Europa a una respuesta militar y económica de gran calado, los costes —tanto para el Kremlin como para la población ucraniana— se han disparado. El conflicto ha puesto de relieve la determinación de Kiev y el compromiso de la OTAN y la UE en sostener la defensa ucraniana.En última instancia, el futuro de Ucrania dependerá de la capacidad de ambas partes para mantener o intensificar el esfuerzo militar, la voluntad política de negociar y el respaldo de la comunidad internacional. La guerra, lejos de haberse resuelto, sigue definiendo un nuevo orden geopolítico, cuyas repercusiones marcarán el curso de Europa y del mundo durante los próximos años.

EE. UU.: Trump y la crisis sanitaria

En un movimiento sorpresivo que ha generado intensos debates en el panorama político de Estados Unidos, el expresidente Donald J. Trump ha designado a un nuevo referente para encarar la compleja crisis de salud que atraviesa el país. Se trata del doctor Jonathan H. Miller, un reputado especialista en políticas sanitarias y exasesor de la Organización Mundial de la Salud.Según fuentes cercanas al círculo de Trump, Miller tendrá plenos poderes para rediseñar el sistema de atención médica a fin de reducir costes, agilizar procesos y ampliar la cobertura para millones de estadounidenses que aún carecen de seguro. Su nombramiento, sin embargo, no está exento de controversia. Mientras algunos sectores conservadores aplauden la decisión por considerar a Miller un experto en optimización de recursos y recortes presupuestarios, grupos progresistas y diversas organizaciones de derechos civiles temen que las futuras reformas puedan perjudicar a las poblaciones más vulnerables.“Miller se ha destacado por su enfoque pragmático y su afán de eficiencia, pero su historial en la implantación de programas de salud pública es limitado”, señala la analista política Michelle Ortiz. “Por un lado, Trump busca una solución rápida y contundente; por otro, no está claro hasta qué punto se priorizarán las necesidades de quienes históricamente han estado al margen del sistema”.Durante su breve comparecencia ante los medios, Miller se comprometió a “revisar de inmediato” las leyes que rigen el acceso a la salud y a proponer un plan de acción que contemple la modernización de los hospitales y clínicas rurales, así como la incorporación de tecnología punta en la gestión de historias clínicas. No obstante, evitó entrar en detalles sobre la posible derogación de normativas vigentes, incluido el polémico Affordable Care Act, emblema de la administración Obama.La comunidad médica observa con cautela el rumbo que podría tomar el sistema sanitario bajo esta nueva iniciativa. Mientras algunos doctores y especialistas en salud pública reconocen la necesidad de cambios profundos para hacer frente al envejecimiento de la población, el encarecimiento de los medicamentos y la disparidad en el acceso a seguros, otros temen que una visión excesivamente economicista arriesgue el principio de universalidad.Por el momento, el futuro de la reforma sanitaria estadounidense permanece incierto. Lo que sí parece seguro es que la apuesta de Trump por el doctor Miller como adalid del cambio marcará un nuevo capítulo en la incesante pugna entre quienes defienden un mayor rol del Estado en la protección de la salud y quienes abogan por iniciativas privadas y la desregulación del sector. Queda por ver si este nuevo liderazgo será capaz de generar consensos duraderos o si se sumará a la larga lista de intentos fallidos por reparar un sistema que, a juicio de muchos, lleva décadas en crisis.

Washington aprieta a Maduro

La tensión entre Washington y Caracas volvió a escalar con un paquete coordinado de presión militar, económica, judicial y diplomática. Mientras el gobierno venezolano denuncia un “golpe” en preparación, la Casa Blanca presenta sus movimientos como una campaña para cortar el narcotráfico, presionar por la liberación de presos políticos y forzar un camino verificable hacia elecciones competitivas. En el centro de esta nueva fase hay un triple mensaje: señales navales en el Caribe, sanciones y aranceles con efecto extraterritorial, y una ofensiva jurídico-política que encuadra a redes criminales —incluido el Tren de Aragua— como terrorismo internacional.Señal militar: disuasión y control de flujos ilícitosEl despliegue de tres destructores Aegis cerca de las aguas venezolanas —con miles de marinos y aviación de apoyo— no equivale a una orden de invasión. Es, sobre todo, una demostración de fuerza y una ampliación de las capacidades de interdicción marítima contra cargas de cocaína y otras rutas ilícitas en el Caribe. Washington busca aumentar la inteligencia en tiempo real, apoyar a guardacostas aliados y elevar el costo de operar para redes que, según sus evaluaciones, funcionan con tolerancia o connivencia del poder en Caracas. El mensaje político es igualmente nítido: Estados Unidos vuelve a colocar a Venezuela en el tablero de seguridad hemisférica.Palanca económica: sanciones, aranceles… y pragmatismo energéticoLa nueva arquitectura coercitiva combina la continuidad del régimen de sanciones financieras y personales con una pieza más agresiva: la amenaza de un arancel del 25% a todos los países que importen petróleo venezolano, incluso vía terceros. A la vez, la Administración ha introducido una válvula pragmática —licencias específicas y de alcance limitado— que permiten a una petrolera estadounidense reanudar exportaciones bajo condiciones que impiden flujos de caja hacia el aparato estatal en Caracas. El objetivo es doble: asfixiar las fuentes de financiación del régimen y, al mismo tiempo, evitar disrupciones abruptas del mercado de crudo que disparen los precios internos en Estados Unidos.Ofensiva judicial: de “narco-terrorismo” a recompensasEl giro semántico y legal es clave. Al designar a cárteles y bandas transnacionales como organizaciones terroristas —entre ellas grupos con origen o operación en Venezuela—, Washington habilita un arsenal de herramientas: congelamiento de activos, cooperación reforzada con terceros países, acciones extraterritoriales y una mayor coordinación con agencias de seguridad. La duplicación de la recompensa por información que conduzca al arresto del presidente venezolano encaja en este marco: presiona a círculos de poder, incrementa la sensación de cerco y busca fisuras internas.Contexto político: elecciones impugnadas y presión por garantías democráticasLa crisis actual no puede entenderse sin el telón de fondo de las presidenciales de 2024, denunciadas por la oposición y observadores independientes como carentes de transparencia básica: actas no publicadas oportunamente, inhabilitaciones y un clima de intimidación judicial. En 2025, con el nuevo mandato asumido entre protestas, el oficialismo ha alternado gestos de distensión —liberaciones puntuales de detenidos— con cierres de espacios políticos, mientras denuncia un complot internacional. La correlación de fuerzas internas se mantiene tensa: la oposición preserva capacidad de movilización y documentación de irregularidades, pero enfrenta fragmentación, exilio y riesgo penal.El cálculo de Washington: tres metas, un riesgoDetrás del endurecimiento hay tres objetivos operativos:-  Forzar concesiones políticas verificables: liberación sostenida de presos, habilitaciones, cronograma y auditorías con observación internacional creíble.-  Quitar oxígeno financiero: reducir ingresos de petróleo, oro y economías ilícitas; encarecer el acceso a proveedores, transporte y pagos.-  Clave doméstica de seguridad: exhibir resultados contra cárteles y redes de trata, y enviar señales de control fronterizo y antidrogas a la audiencia interna estadounidense.El riesgo es la escalada no deseada. Más buques en un espacio congestionado, milicias movilizadas y retórica maximalista aumentan la probabilidad de incidentes navales, errores de cálculo y choques diplomáticos con gobiernos de la región que rechazan cualquier opción militar. Una crisis petrolera o un episodio con víctimas civiles podría erosionar apoyos y fortalecer el discurso de “agresión externa” del chavismo.Caracas responde: narrativa de soberanía y defensa totalEl gobierno de Maduro enmarca el despliegue naval y las nuevas medidas estadounidenses como una amenaza a la integridad territorial. La movilización masiva de milicias, ejercicios defensivos y llamados a la “unidad cívico-militar” buscan disuadir un ataque que Caracas da por inminente y, al mismo tiempo, disciplinar a actores internos. En el plano externo, la diplomacia venezolana busca fisuras en América Latina —apelando a la doctrina de no intervención— y refuerza vínculos con socios extrarregionales para sortear sanciones mediante triangulaciones comerciales y financieras.Mercados, migración y la ventana de oportunidadLa ecuación energética se mueve entre dos imanes: disciplina sancionatoria y seguridad de suministro. Las licencias limitadas —que impiden pagos al fisco venezolano— ofrecen una vía de equilibrio inestable. En paralelo, cualquier recrudecimiento de la crisis económica venezolana alimentaría nuevas olas migratorias: un factor que Estados Unidos y los países receptores de la región quieren contener. Si la presión coordinada produce más liberaciones, garantías y un proceso político con verificaciones robustas, podría abrirse una ventana para desescalar gradualmente. Si no, el ciclo sanciones-respuesta-sanciones tenderá a profundizarse.¿“Golpe” o estrategia de coerción escalonada?Las acusaciones de “golpe” condensan miedos históricos en la región. Lo verificable hoy es una estrategia de coerción escalonada que combina disuasión militar, sanciones con dientes, medidas judiciales y palancas energéticas, todo ello con el objetivo declarado de forzar cambios de comportamiento del régimen y, en última instancia, un reencauzamiento democrático. Que esa presión desemboque en una transición negociada o en una crisis de alta intensidad dependerá de tres variables: la cohesión del chavismo, la unidad opositora y la postura de los gobiernos latinoamericanos clave.Lo próximo a observar– Arribo y reglas de empeñamiento de los destructores en el Caribe.– Nuevas tandas de sanciones y eventuales licencias técnicas para el sector petrolero.– Ritmo y alcance de liberaciones de presos políticos.– Reacción de Brasil, Colombia y México ante un escenario de mayor choque.– Señales de apertura o cerrazón del oficialismo a auditorías y observación electoral real.