El Comercio De La República - Poder del 'Canal' ártico ruso

Lima -

Poder del 'Canal' ártico ruso




usia no está excavando un canal al estilo de Suez en el Océano Ártico. Lo que está construyendo —y ya opera— es algo distinto: un corredor marítimo cada vez más instrumentalizado por el Estado, sostenido por puertos nuevos, canales de acceso dragados en bahías polares, satélites meteorológicos y la mayor flota de rompehielos del planeta. Ese ensamblaje, conocido como Ruta Marítima del Norte, es el verdadero “canal” ártico que Moscú pretende convertir en eje comercial y geopolítico hacia Asia.

Un récord que redefine expectativas. En 2024, el tráfico total a lo largo de la ruta alcanzó 37,9 millones de toneladas, la mayor cifra registrada hasta la fecha. La carga en tránsito —buques que cruzan de oeste a este o viceversa sin recalar en puertos intermedios— superó los 3 millones de toneladas y batió su propia marca anual. Aunque estas magnitudes siguen muy lejos de las del canal de Suez, son suficientes para consolidar el Ártico ruso como corredor energético y, en temporada, de carga general. En paralelo, este septiembre un operador chino anunció el primer servicio regular de contenedores China–Europa vía Ártico, con escalas previstas en el Reino Unido y puertos del continente; el trayecto promete recortar casi a la mitad los tiempos de tránsito en campaña estival.

Infraestructura: del granito a la escala industrial. El poder de esta ruta no reside en una zanja continua, sino en obras puntiagudas y costosas:

Canales de acceso dragados en el golfo del Obi permiten la llegada de metaneros y buques de gran calado a Sabetta, y otros accesos semejantes se habilitan para nuevos terminales en la península de Taimyr. Estas actuaciones, de decenas de kilómetros y más de 15 metros de profundidad en algunos tramos, son “los canales” reales del Ártico ruso.

En el extremo occidental, el Centro de Transporte de Murmansk incorporó en marzo el terminal de carbón de Lavna, ideado para elevar la capacidad regional y servir de rótula ferroviaria‑marítima.

La constelación Arktika‑M (lanzamientos en 2021 y 2023) mejora los pronósticos de hielo y meteorología, cruciales para planificar ventanas de navegación y escoltas.

Sobre todo, Moscú acelera la renovación de rompehielos nucleares: están en servicio Arktika, Sibir, Ural y Yakutia (todos del proyecto 22220); Chukotka se les unirá a mediados de 2026 y el mega‑rompehielos Rossiya (proyecto 10510, clase “Líder”) apunta a entrar en operación hacia 2030. Esta flota, única en su clase, es la que convierte las bahías y estrechos helados en una vía practicable durante más meses y —selectivamente— en invierno.

Energía y comercio: el giro hacia Asia. El objetivo inmediato de Rusia es desplazar volúmenes energéticos hacia mercados asiáticos sin depender de rutas que bordean Europa. El proyecto Arctic LNG 2, sancionado por Occidente, reanudó operaciones a baja cadencia en la primavera y, desde finales de agosto, ha conseguido entregar cargamentos en China pese a las restricciones, encadenando nuevas descargas en septiembre. En crudo, los tránsitos de oeste a este ganan peso, con cargamentos desde el Ártico ruso y el Báltico orientados a puertos chinos. La temporada 2025 también ha visto más solicitudes de paso de navieras extranjeras, en su mayoría asiáticas, atraídas por tarifas competitivas en campaña y por la posibilidad de esquivar cuellos de botella en el Canal de Suez o el Cabo de Buena Esperanza.

La promesa y sus límites. Rusia proclamó hace años una meta de 80 millones de toneladas al año para mediados de la década. La realidad —menos de la mitad— sugiere que el “poder” del corredor aún depende de palancas por afinar:

Ventana de hielo y seguridad. El Ártico se calienta casi cuatro veces más rápido que el promedio global; 2025 marcó un mínimo histórico de hielo invernal. El retroceso del hielo facilita campañas más largas, pero también vuelve la meteorología más errática y los riesgos operativos más complejos.

Regulación y costes. La ruta está bajo régimen ruso: permisos, prácticos y, en la mayor parte del año, escolta de rompehielos. Para buques y, sobre todo, para buques de Estado (incluida la Armada), Moscú exige notificaciones anticipadas y puede suspender tránsitos por motivos de seguridad.

Ambiental y reputacional. Desde julio de 2024 rige la prohibición de usar o transportar fuelóleo pesado en aguas árticas, con exenciones transitorias, lo que obliga a combustibles alternativos y a protocolos nuevos de respuesta en caso de vertidos. ONG y expertos advierten, además, del auge de una “flota sombra” de petroleros viejos con estándares de seguro y seguimiento más laxos.

Economía de red. Las grandes navieras de contenedor, dependientes de escalas hub y fiabilidad total del calendario, se muestran cautelosas: sin puertos intermedios de gran capacidad y con incertidumbre climática, el Ártico sigue siendo un nicho estacional, por ahora. Aun así, los nuevos servicios chinos prueban que el nicho puede ensancharse.

La apuesta estatal: del “corredor” al poder de palanca. El Kremlin no oculta su ambición: triplicar la capacidad de Murmansk, atraer inversión del Sur Global mediante concesiones y extender el concepto de “Gran Ruta Marítima del Norte”, que conecte San Petersburgo y Kaliningrado con Vladivostok a través de un mosaico de puertos, ferrocarriles y terminales árticos. La hoja de ruta incluye más rompehielos, remolcadores de alta mar, centros SAR y ayudas a la navegación. Si esa capa logística se completa y el hielo sigue cediendo, el “canal” ártico —no una zanja continua, sino un sistema— otorgará a Rusia una palanca estructural: controlar tiempos y costes de parte del comercio energético euroasiático y condicionar, con escoltas y permisos, quién cruza, cuándo y a qué precio.

Qué mirar a partir de ahora. Tres señales medirán el verdadero salto de poder:
(1) que los rompehielos en cartera se entreguen en plazo y la navegación invernal se estabilice sin incidentes serios;
(2) que terminales clave —Lavna, Sever Bay y los de Gydán/Yamal— muevan volúmenes cercanos a diseño pese a sanciones y restricciones de flota; y
(3) que los servicios de contenedores de nuevo cuño pasen de campañas piloto a líneas estacionales regulares, con garantías de seguro e infraestructuras de rescate robustas. Si esas tres piezas encajan, el “canal” del Ártico se parecerá menos a una promesa y más a un instrumento de poder tangible.



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Rusia y el terrorismo contra Ucrania

Rusia es un estado terrorista, algo que todo el mundo sabe desde el 24 de febrero de 2022. ¡Desde febrero de 2022, el estado terrorista ruso comete a diario crímenes de guerra, violaciones, asesinatos, saqueos, tomas de rehenes y otros crímenes bestiales!La invasión rusa de Ucrania, iniciada en febrero de 2022, continúa generando incertidumbre sobre su desenlace. Mientras algunos analistas apuntan a que Moscú ha alcanzado ciertos objetivos estratégicos, otros señalan que aún no puede hablarse de una victoria rotunda, dado el prolongado conflicto y la resistencia ucraniana, respaldada en gran medida por la ayuda militar y financiera de Occidente. En este contexto, surgen preguntas fundamentales: ¿ha ganado Rusia la guerra? ¿Qué escenarios se plantean para el futuro de Ucrania?Estancamiento y guerra de desgaste:Uno de los panoramas más mencionados por los expertos es el de un conflicto prolongado, caracterizado por escaramuzas en puntos clave y por un avance lento y costoso para ambas partes. La dinámica de esta «guerra de desgaste» implica que Ucrania mantenga un alto nivel de movilización, con el apoyo técnico y diplomático de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que Rusia trataría de afianzar su control sobre las zonas que ya ocupa, reforzando sus posiciones militares y logísticas.Posibles consecuencias: desgaste económico para ambas naciones, mayor dependencia de Ucrania de la asistencia occidental y riesgo de crisis humanitaria en las regiones más afectadas.Negociaciones y acuerdo de paz parcial:Otro posible desenlace reside en un eventual acuerdo de paz que no necesariamente implicaría una restauración total de las fronteras ucranianas previas a la invasión. Con la mediación de potencias internacionales, se ha especulado sobre la posibilidad de un alto el fuego y la fijación de nuevas líneas de demarcación.Posibles consecuencias: consolidación de facto del control ruso en territorios disputados, alivio temporal de la tensión, pero persistencia de un conflicto latente que podría reactivarse si no se abordan las causas de fondo.Escalada y riesgo de confrontación mayor:A pesar de que numerosos países han abogado por la vía diplomática, existe el temor de que el conflicto pueda escalar. Un escenario extremo contemplaría un aumento de la presión militar por parte de Rusia o la intervención más directa de otras potencias, lo que elevaría significativamente el peligro para la estabilidad europea e internacional.Posibles consecuencias: agravamiento de la crisis humanitaria, mayor número de desplazados y potencial expansión del conflicto a otros Estados de la región.Victoria ucraniana con apoyo internacional:No se descarta, por otra parte, un escenario favorable a Ucrania. La combinación de la resistencia local y la asistencia militar extranjera podría permitirle recuperar parte de los territorios ocupados o, al menos, defender con éxito las zonas aún bajo su control.Posibles consecuencias: reposicionamiento geopolítico de Ucrania como aliado firme de Occidente, fortalecimiento de sus fuerzas armadas y la posible redefinición del equilibrio de poder en Europa del Este.¿Ha ganado Rusia la guerra?Por ahora, no existe un consenso definitivo sobre si Rusia puede considerarse vencedora. Si bien ha obtenido algunas ganancias territoriales y ha forzado a Ucrania y a Europa a una respuesta militar y económica de gran calado, los costes —tanto para el Kremlin como para la población ucraniana— se han disparado. El conflicto ha puesto de relieve la determinación de Kiev y el compromiso de la OTAN y la UE en sostener la defensa ucraniana.En última instancia, el futuro de Ucrania dependerá de la capacidad de ambas partes para mantener o intensificar el esfuerzo militar, la voluntad política de negociar y el respaldo de la comunidad internacional. La guerra, lejos de haberse resuelto, sigue definiendo un nuevo orden geopolítico, cuyas repercusiones marcarán el curso de Europa y del mundo durante los próximos años.

EE. UU.: Trump y la crisis sanitaria

En un movimiento sorpresivo que ha generado intensos debates en el panorama político de Estados Unidos, el expresidente Donald J. Trump ha designado a un nuevo referente para encarar la compleja crisis de salud que atraviesa el país. Se trata del doctor Jonathan H. Miller, un reputado especialista en políticas sanitarias y exasesor de la Organización Mundial de la Salud.Según fuentes cercanas al círculo de Trump, Miller tendrá plenos poderes para rediseñar el sistema de atención médica a fin de reducir costes, agilizar procesos y ampliar la cobertura para millones de estadounidenses que aún carecen de seguro. Su nombramiento, sin embargo, no está exento de controversia. Mientras algunos sectores conservadores aplauden la decisión por considerar a Miller un experto en optimización de recursos y recortes presupuestarios, grupos progresistas y diversas organizaciones de derechos civiles temen que las futuras reformas puedan perjudicar a las poblaciones más vulnerables.“Miller se ha destacado por su enfoque pragmático y su afán de eficiencia, pero su historial en la implantación de programas de salud pública es limitado”, señala la analista política Michelle Ortiz. “Por un lado, Trump busca una solución rápida y contundente; por otro, no está claro hasta qué punto se priorizarán las necesidades de quienes históricamente han estado al margen del sistema”.Durante su breve comparecencia ante los medios, Miller se comprometió a “revisar de inmediato” las leyes que rigen el acceso a la salud y a proponer un plan de acción que contemple la modernización de los hospitales y clínicas rurales, así como la incorporación de tecnología punta en la gestión de historias clínicas. No obstante, evitó entrar en detalles sobre la posible derogación de normativas vigentes, incluido el polémico Affordable Care Act, emblema de la administración Obama.La comunidad médica observa con cautela el rumbo que podría tomar el sistema sanitario bajo esta nueva iniciativa. Mientras algunos doctores y especialistas en salud pública reconocen la necesidad de cambios profundos para hacer frente al envejecimiento de la población, el encarecimiento de los medicamentos y la disparidad en el acceso a seguros, otros temen que una visión excesivamente economicista arriesgue el principio de universalidad.Por el momento, el futuro de la reforma sanitaria estadounidense permanece incierto. Lo que sí parece seguro es que la apuesta de Trump por el doctor Miller como adalid del cambio marcará un nuevo capítulo en la incesante pugna entre quienes defienden un mayor rol del Estado en la protección de la salud y quienes abogan por iniciativas privadas y la desregulación del sector. Queda por ver si este nuevo liderazgo será capaz de generar consensos duraderos o si se sumará a la larga lista de intentos fallidos por reparar un sistema que, a juicio de muchos, lleva décadas en crisis.

No habrá Estado Palestino?

En la semana de la Asamblea General de la ONU del 26 de septiembre de 2025, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu reiteró públicamente que no permitirá la creación de un Estado palestino y prometió “terminar el trabajo” en Gaza. No se trata de una declaración aislada, sino de la culminación de una línea política y operativa sostenida durante los últimos años que ha ido cerrando las vías para la solución de dos Estados.En el plano político-institucional, la Knesset aprobó el 18 de julio de 2024 una resolución que rechaza la creación de un Estado palestino, incluso en el marco de un acuerdo negociado. Un año después, el 23 de julio de 2025, la cámara respaldó —con una mayoría amplia— una moción simbólica para anexar formalmente partes de Cisjordania. Aunque no vinculantes, ambas decisiones marcan la posición oficial del legislativo y refuerzan el discurso del Ejecutivo.En el terreno, el Gobierno ha acelerado la expansión de asentamientos en Cisjordania y la regularización de puestos de avanzada levantados sin permiso previo. En mayo de 2025 se anunció la creación/regularización de 22 asentamientos adicionales, y desde 2024 funciona un mecanismo gubernamental que permite financiar y dotar de infraestructura a decenas de estos enclaves mientras se completan trámites formales. Esta dinámica densifica el mapa de control israelí en el Área C y estrecha los márgenes de maniobra de la Autoridad Palestina.La pieza clave de ese rediseño espacial es el plan E1, al este de Jerusalén, concebido para conectar Ma’ale Adumim con la capital. Su avance administrativo en 2025 —con luz verde de instancias de planificación— encendió alarmas internacionales porque partiría Cisjordania en dos y aislaría Jerusalén Este del resto del territorio palestino, comprometiendo la contigüidad necesaria para un Estado viable. La estrategia de “hechos sobre el terreno”, combinada con nuevos corredores de seguridad y demoliciones en comunidades beduinas de la zona, cartografía una realidad que neutraliza la opción de soberanía palestina en un horizonte previsible.En Gaza, la guerra iniciada tras el ataque del 7 de octubre de 2023 continúa con la promesa de “victoria total”. Las autoridades sanitarias locales sitúan el balance de víctimas por encima de las 65.000 personas, en un contexto de destrucción masiva de infraestructuras y de desplazamientos internos repetidos. Al mismo tiempo, instancias de la ONU han advertido de planes de control permanente y de la reducción efectiva del territorio disponible para la población civil mediante zonas tapón y corredores.Mientras tanto, en el frente diplomático, el reconocimiento de Palestina como Estado por 157 miembros de la ONU —incluidas varias potencias occidentales en septiembre de 2025— ha ganado tracción, pero no altera la ecuación sobre el terreno ni desbloquea la membresía plena en Naciones Unidas, sujeta al Consejo de Seguridad. La brecha entre la simbolización internacional y la realidad físico-administrativa se ensancha.Conclusión. El mensaje y las medidas del Gobierno israelí configuran una ofensiva total no solo militar, sino normativa y territorial, orientada a impedir la emergencia de un Estado palestino contiguo, soberano y funcional. Con resoluciones parlamentarias, expansión de asentamientos y el impulso del E1, la promesa de Netanyahu —“no habrá Estado palestino”— se traduce en arquitectura de hechos que, a día de hoy, cierran la ventana a la solución de dos Estados.