El Comercio De La República - Indonesia jaquea a Potencias

Lima -

Indonesia jaquea a Potencias




Indonesia ha convertido su “no alineamiento activo” en una maniobra de poder que incomoda por igual a Washington y Pekín. En pocas semanas, Yakarta ha amarrado nueva capacidad para dictar precios y condiciones en minerales críticos, ha profundizado su cooperación militar con Estados Unidos mientras ensaya salidas para reducir la dependencia financiera de China, y ha multiplicado sus palancas diplomáticas al incorporarse al club ampliado de potencias emergentes. El resultado: una posición negociadora que pone en jaque a las dos superpotencias sin renunciar a ninguna de sus ventajas.

El tablero de los minerales críticos
La jugada más visible se libra en el níquel y las tierras raras. Indonesia, primer productor mundial de níquel y clave para las baterías de vehículos eléctricos, reforzó su apuesta por el “downstreaming” —obligar a que el valor añadido se quede en casa— con un plan para un hub de procesamiento que integrará a actores chinos y asiáticos junto a los campeones locales. Al mismo tiempo, el Gobierno ha creado una agencia específica para ordenar la cadena de valor de minerales y tierras raras, con la mira en estándares ambientales y en el cumplimiento de reglas que faciliten el acceso a mercados occidentales. Esta pinza —atraer capital asiático y, a la vez, certificar cadenas “amigables” con los requisitos de subsidios en Estados Unidos— le permite a Yakarta cotizar su níquel a dos demandantes rivales y exigir mejores condiciones a ambos. 

El jaque comercial a Washington… con puerta de salida
En julio y agosto, el péndulo arancelario de Estados Unidos golpeó a Indonesia con un 19% uniforme a prácticamente todas sus exportaciones, una medida concebida para arrancar concesiones comerciales. Yakarta respondió ofreciendo una apertura casi total para bienes estadounidenses y compras voluminosas de energía, agricultura y aeronaves, pero al mismo tiempo negoció exenciones para productos en los que Estados Unidos no compite (palma, cacao, caucho) y mantuvo vivas otras contrapartidas. De facto, Indonesia transforma un castigo en un mecanismo de selección: cede donde le conviene atraer inversión y se blinda donde su ventaja comparativa es incuestionable. 

…y el jaque financiero a Pekín
La dependencia de financiación y tecnología china en grandes infraestructuras —emblematizada por la línea de alta velocidad Yakarta–Bandung— dejó al Estado con una carga de deuda que las autoridades han definido como “bomba de relojería”. La respuesta, lejos de ser ruptura, es una reingeniería: el nuevo fondo estatal explora la reestructuración del proyecto y el reequilibrio de socios para reducir riesgos sin dinamitar la obra. Es una lección de “desacople selectivo”: Indonesia usa su propio balance para forzar condiciones más sostenibles a un proyecto con firma china, mientras preserva la puerta abierta a futuras inversiones del mismo origen. 

Equilibrio duro: ejercicios con EEUU y compras de armamento multivector
En el plano militar, Yakarta mantiene y amplía los ejercicios conjuntos con Estados Unidos y aliados —este año con 6.500 efectivos y once días de maniobras— para elevar la interoperabilidad y enviar una señal de disuasión en el entorno del mar de Natuna. En paralelo, moderniza su fuerza aérea con una cesta plural: contratos con Francia (Rafale) en marcha y negociaciones abiertas con Estados Unidos (F-15) bajo exigencias de alto contenido local. La prioridad no es “elegir bando”, sino blindar autonomía con capacidades propias y opciones de suministro redundantes. 

BRICS como multiplicador, no como alineamiento
La adhesión de Indonesia a BRICS a comienzos de 2025 no es un abandono de su “política exterior libre y activa”, sino una ampliación de su campo de juego. Con asiento en un foro donde China pesa, Yakarta gana voz colectiva del Sur Global a la vez que se reserva márgenes para negociar en solitario con Washington y con Bruselas. La membresía viene acompañada de planes para entrar al banco de desarrollo del bloque, otra palanca para diversificar financiación frente a condicionantes chinos o estadounidenses. 

El tablero del mar de China Meridional: suavizar sin ceder
En el frente más sensible —Natuna—, Indonesia calibra el riesgo de una cooperación marítima con China en áreas delicadas sin reconocer pretensiones ajenas sobre su zona económica exclusiva. La señal es doble: rebajar fricciones prácticas con su mayor socio comercial, pero sin mover una coma en su posición jurídica. Las críticas internas a fórmulas de “desarrollo conjunto” han elevado el coste político de cualquier concesión; eso, paradójicamente, fortalece la mano negociadora de Yakarta con Pekín. 

Soberanía digital: reglas propias para todos
En la economía digital, el Gobierno exige que las plataformas —sean chinas, estadounidenses o locales— recauden impuestos y se adapten a normas de comercio electrónico domésticas. Tras el precedente de forzar la reconfiguración del modelo “social commerce” de firmas extranjeras, Indonesia consolida un principio: si quieres acceder a nuestro mercado de 280 millones de consumidores, cumples nuestras reglas, aportas recaudación y —cada vez más— transfieres capacidades. 

Lo que persigue Yakarta
-  Precio y trazabilidad en minerales críticos para vender a ambos bloques con primas por cumplimiento regulatorio.
-  Financiación diversificada que reduzca la exposición a un solo acreedor (China) sin cerrar el grifo de proyectos.
-  Disuasión creíble con alianzas de entrenamiento occidental y cartera de armamento plural.
-  Mercado digital ordenado que maximice recaudación y “know-how” local.
-  Capacidad de veto en foros del Sur Global para evitar ser sujeto pasivo de la rivalidad entre superpotencias.

Por qué esto pone en jaque a EEUU y China
Para Washington, Indonesia es a la vez socio militar clave, proveedor potencial “compatible” con sus reglas de subvenciones y un negociador duro que puede redirigir flujos hacia Asia si la presión arancelaria se dispara. Para Pekín, es un ancla estratégica del Sudeste Asiático que no acepta diluir su soberanía marítima ni financiar a cualquier precio; un socio que quiere la inversión china, pero con balances saneados y control local sobre la cadena de valor. En ambos casos, Yakarta usa la competencia entre potencias para maximizar su autonomía: la jugada “retorcida” no es escoger, sino hacer que ambos te escojan… a tus términos.



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Rusia y el terrorismo contra Ucrania

Rusia es un estado terrorista, algo que todo el mundo sabe desde el 24 de febrero de 2022. ¡Desde febrero de 2022, el estado terrorista ruso comete a diario crímenes de guerra, violaciones, asesinatos, saqueos, tomas de rehenes y otros crímenes bestiales!La invasión rusa de Ucrania, iniciada en febrero de 2022, continúa generando incertidumbre sobre su desenlace. Mientras algunos analistas apuntan a que Moscú ha alcanzado ciertos objetivos estratégicos, otros señalan que aún no puede hablarse de una victoria rotunda, dado el prolongado conflicto y la resistencia ucraniana, respaldada en gran medida por la ayuda militar y financiera de Occidente. En este contexto, surgen preguntas fundamentales: ¿ha ganado Rusia la guerra? ¿Qué escenarios se plantean para el futuro de Ucrania?Estancamiento y guerra de desgaste:Uno de los panoramas más mencionados por los expertos es el de un conflicto prolongado, caracterizado por escaramuzas en puntos clave y por un avance lento y costoso para ambas partes. La dinámica de esta «guerra de desgaste» implica que Ucrania mantenga un alto nivel de movilización, con el apoyo técnico y diplomático de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que Rusia trataría de afianzar su control sobre las zonas que ya ocupa, reforzando sus posiciones militares y logísticas.Posibles consecuencias: desgaste económico para ambas naciones, mayor dependencia de Ucrania de la asistencia occidental y riesgo de crisis humanitaria en las regiones más afectadas.Negociaciones y acuerdo de paz parcial:Otro posible desenlace reside en un eventual acuerdo de paz que no necesariamente implicaría una restauración total de las fronteras ucranianas previas a la invasión. Con la mediación de potencias internacionales, se ha especulado sobre la posibilidad de un alto el fuego y la fijación de nuevas líneas de demarcación.Posibles consecuencias: consolidación de facto del control ruso en territorios disputados, alivio temporal de la tensión, pero persistencia de un conflicto latente que podría reactivarse si no se abordan las causas de fondo.Escalada y riesgo de confrontación mayor:A pesar de que numerosos países han abogado por la vía diplomática, existe el temor de que el conflicto pueda escalar. Un escenario extremo contemplaría un aumento de la presión militar por parte de Rusia o la intervención más directa de otras potencias, lo que elevaría significativamente el peligro para la estabilidad europea e internacional.Posibles consecuencias: agravamiento de la crisis humanitaria, mayor número de desplazados y potencial expansión del conflicto a otros Estados de la región.Victoria ucraniana con apoyo internacional:No se descarta, por otra parte, un escenario favorable a Ucrania. La combinación de la resistencia local y la asistencia militar extranjera podría permitirle recuperar parte de los territorios ocupados o, al menos, defender con éxito las zonas aún bajo su control.Posibles consecuencias: reposicionamiento geopolítico de Ucrania como aliado firme de Occidente, fortalecimiento de sus fuerzas armadas y la posible redefinición del equilibrio de poder en Europa del Este.¿Ha ganado Rusia la guerra?Por ahora, no existe un consenso definitivo sobre si Rusia puede considerarse vencedora. Si bien ha obtenido algunas ganancias territoriales y ha forzado a Ucrania y a Europa a una respuesta militar y económica de gran calado, los costes —tanto para el Kremlin como para la población ucraniana— se han disparado. El conflicto ha puesto de relieve la determinación de Kiev y el compromiso de la OTAN y la UE en sostener la defensa ucraniana.En última instancia, el futuro de Ucrania dependerá de la capacidad de ambas partes para mantener o intensificar el esfuerzo militar, la voluntad política de negociar y el respaldo de la comunidad internacional. La guerra, lejos de haberse resuelto, sigue definiendo un nuevo orden geopolítico, cuyas repercusiones marcarán el curso de Europa y del mundo durante los próximos años.

EE. UU.: Trump y la crisis sanitaria

En un movimiento sorpresivo que ha generado intensos debates en el panorama político de Estados Unidos, el expresidente Donald J. Trump ha designado a un nuevo referente para encarar la compleja crisis de salud que atraviesa el país. Se trata del doctor Jonathan H. Miller, un reputado especialista en políticas sanitarias y exasesor de la Organización Mundial de la Salud.Según fuentes cercanas al círculo de Trump, Miller tendrá plenos poderes para rediseñar el sistema de atención médica a fin de reducir costes, agilizar procesos y ampliar la cobertura para millones de estadounidenses que aún carecen de seguro. Su nombramiento, sin embargo, no está exento de controversia. Mientras algunos sectores conservadores aplauden la decisión por considerar a Miller un experto en optimización de recursos y recortes presupuestarios, grupos progresistas y diversas organizaciones de derechos civiles temen que las futuras reformas puedan perjudicar a las poblaciones más vulnerables.“Miller se ha destacado por su enfoque pragmático y su afán de eficiencia, pero su historial en la implantación de programas de salud pública es limitado”, señala la analista política Michelle Ortiz. “Por un lado, Trump busca una solución rápida y contundente; por otro, no está claro hasta qué punto se priorizarán las necesidades de quienes históricamente han estado al margen del sistema”.Durante su breve comparecencia ante los medios, Miller se comprometió a “revisar de inmediato” las leyes que rigen el acceso a la salud y a proponer un plan de acción que contemple la modernización de los hospitales y clínicas rurales, así como la incorporación de tecnología punta en la gestión de historias clínicas. No obstante, evitó entrar en detalles sobre la posible derogación de normativas vigentes, incluido el polémico Affordable Care Act, emblema de la administración Obama.La comunidad médica observa con cautela el rumbo que podría tomar el sistema sanitario bajo esta nueva iniciativa. Mientras algunos doctores y especialistas en salud pública reconocen la necesidad de cambios profundos para hacer frente al envejecimiento de la población, el encarecimiento de los medicamentos y la disparidad en el acceso a seguros, otros temen que una visión excesivamente economicista arriesgue el principio de universalidad.Por el momento, el futuro de la reforma sanitaria estadounidense permanece incierto. Lo que sí parece seguro es que la apuesta de Trump por el doctor Miller como adalid del cambio marcará un nuevo capítulo en la incesante pugna entre quienes defienden un mayor rol del Estado en la protección de la salud y quienes abogan por iniciativas privadas y la desregulación del sector. Queda por ver si este nuevo liderazgo será capaz de generar consensos duraderos o si se sumará a la larga lista de intentos fallidos por reparar un sistema que, a juicio de muchos, lleva décadas en crisis.

No habrá Estado Palestino?

En la semana de la Asamblea General de la ONU del 26 de septiembre de 2025, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu reiteró públicamente que no permitirá la creación de un Estado palestino y prometió “terminar el trabajo” en Gaza. No se trata de una declaración aislada, sino de la culminación de una línea política y operativa sostenida durante los últimos años que ha ido cerrando las vías para la solución de dos Estados.En el plano político-institucional, la Knesset aprobó el 18 de julio de 2024 una resolución que rechaza la creación de un Estado palestino, incluso en el marco de un acuerdo negociado. Un año después, el 23 de julio de 2025, la cámara respaldó —con una mayoría amplia— una moción simbólica para anexar formalmente partes de Cisjordania. Aunque no vinculantes, ambas decisiones marcan la posición oficial del legislativo y refuerzan el discurso del Ejecutivo.En el terreno, el Gobierno ha acelerado la expansión de asentamientos en Cisjordania y la regularización de puestos de avanzada levantados sin permiso previo. En mayo de 2025 se anunció la creación/regularización de 22 asentamientos adicionales, y desde 2024 funciona un mecanismo gubernamental que permite financiar y dotar de infraestructura a decenas de estos enclaves mientras se completan trámites formales. Esta dinámica densifica el mapa de control israelí en el Área C y estrecha los márgenes de maniobra de la Autoridad Palestina.La pieza clave de ese rediseño espacial es el plan E1, al este de Jerusalén, concebido para conectar Ma’ale Adumim con la capital. Su avance administrativo en 2025 —con luz verde de instancias de planificación— encendió alarmas internacionales porque partiría Cisjordania en dos y aislaría Jerusalén Este del resto del territorio palestino, comprometiendo la contigüidad necesaria para un Estado viable. La estrategia de “hechos sobre el terreno”, combinada con nuevos corredores de seguridad y demoliciones en comunidades beduinas de la zona, cartografía una realidad que neutraliza la opción de soberanía palestina en un horizonte previsible.En Gaza, la guerra iniciada tras el ataque del 7 de octubre de 2023 continúa con la promesa de “victoria total”. Las autoridades sanitarias locales sitúan el balance de víctimas por encima de las 65.000 personas, en un contexto de destrucción masiva de infraestructuras y de desplazamientos internos repetidos. Al mismo tiempo, instancias de la ONU han advertido de planes de control permanente y de la reducción efectiva del territorio disponible para la población civil mediante zonas tapón y corredores.Mientras tanto, en el frente diplomático, el reconocimiento de Palestina como Estado por 157 miembros de la ONU —incluidas varias potencias occidentales en septiembre de 2025— ha ganado tracción, pero no altera la ecuación sobre el terreno ni desbloquea la membresía plena en Naciones Unidas, sujeta al Consejo de Seguridad. La brecha entre la simbolización internacional y la realidad físico-administrativa se ensancha.Conclusión. El mensaje y las medidas del Gobierno israelí configuran una ofensiva total no solo militar, sino normativa y territorial, orientada a impedir la emergencia de un Estado palestino contiguo, soberano y funcional. Con resoluciones parlamentarias, expansión de asentamientos y el impulso del E1, la promesa de Netanyahu —“no habrá Estado palestino”— se traduce en arquitectura de hechos que, a día de hoy, cierran la ventana a la solución de dos Estados.