Arma china: Tierras raras
La tensión entre Washington y Pekín no se dirime solo en los actos diplomáticos ni en los titulares de las redes sociales. Desde comienzos de octubre de 2025, China ha puesto en marcha una ofensiva menos visible, pero más efectiva, al restringir la salida de materias primas imprescindibles para la industria occidental: las tierras raras y los imanes que se fabrican con ellas. Estas medidas se produjeron un día antes de que Donald Trump, recién instalado en su segundo mandato, anunciara aranceles del 100 % sobre todas las importaciones chinas a partir del 1 de noviembre. El enfrentamiento comercial ha entrado así en una nueva fase en la que Pekín ha desempolvado su arma más eficaz: controlar los suministros que alimentan la revolución tecnológica y militar de Estados Unidos y sus aliados.
El alcance de las restricciones
El 9 de octubre Pekín amplió de forma drástica su control sobre la exportación de tierras raras. La nueva normativa obliga a que cualquier magneto o producto semiconductores producido en el extranjero que contenga al menos un 0,1 % de materias primas de origen chino —o que utilice tecnologías chinas de minería, procesado o fabricación— necesite una licencia para su exportación. Además, el Ministerio de Comercio prohibió prácticamente todos los envíos a industrias vinculadas con ejércitos extranjeros, lo que supone un veto de facto a las cadenas de suministro de defensa estadounidenses desde el 1 de diciembre. En paralelo, Pekín extendió sus controles a cinco elementos adicionales, de modo que ya restringe 12 de los 17 metales raros. La extraterritorialidad de la medida —inspirada en las reglas estadounidenses sobre productos de origen estadounidense— permite a China influir en operaciones entre terceros países.
China justifica estas medidas por motivos de seguridad nacional, pero la estrategia está pensada para maximizar su ventaja. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, el país produce alrededor del 70 % de las tierras raras del mundo, realiza el 90 % del procesado y controla el 93 % de la fabricación de imanes. Esta hegemonía convierte a las tierras raras en un instrumento de presión sobre EE. UU. equiparable a las restricciones estadounidenses sobre chips avanzados. Como reconoció el exsecretario de Comercio Wilbur Ross, ceder una parte del negocio proporciona a Pekín un “buen rendimiento” en forma de influencia: puede racionar suministros sin violar formalmente acuerdos comerciales.
Un mercado y unas industrias vulnerables
Las repercusiones se dejaron sentir de inmediato. Tras el anuncio de Pekín, Trump respondió con un incremento arancelario generalizado y controles a la exportación de software estadounidense, provocando el desplome de los índices bursátiles en Wall Street. China replicó imponiendo nuevas tasas portuarias a los buques estadounidenses y extendió las restricciones a las baterías de ion‑litio y a los componentes relacionados, un sector en el que también es líder mundial. Se trata de un abanico de medidas diseñado para multiplicar los puntos de presión sobre la economía estadounidense.
El sector que más rápidamente percibe el golpe es el de la defensa. Los aviones de combate F‑35 incorporan cerca de 920 libras de tierras raras en motores, radares y sistemas de guía. Las restricciones chinas afectan además a submarinos, misiles Tomahawk, drones y otros sistemas que dependen de imanes permanentes. La fabricación de vehículos eléctricos y aerogeneradores tampoco queda al margen: un coche eléctrico necesita alrededor de un kilogramo de estos materiales en sus motores, y un modelo eólico requiere cientos de kilogramos de imanes de neodimio. En sectores como la electrónica o la energía renovable no existen sustitutos comerciales para estos metales, por lo que cualquier interrupción en el suministro repercute de forma inmediata en los precios y la producción.
Europa y otros aliados de Washington son igualmente dependientes. En 2023 la Unión Europea importó el 98 % de sus tierras raras de China. Japón ha logrado reducir su dependencia al 58 %, pero Corea del Sur seguía importando el 94 % en 2024. Los nuevos controles no solo limitan la entrada de materias primas, sino que dificultan también el acceso a conocimientos y tecnologías de procesado: las autoridades chinas han prohibido a sus especialistas colaborar en proyectos extranjeros sin autorización. La complejidad de las cadenas de suministro —con hasta una docena de etapas de procesado repartidas por varios países— incrementa los riesgos de interrupción.
¿Por qué las tierras raras son la “mejor arma”?
Los metales raros son esenciales para más de 200 aplicaciones tecnológicas, desde pantallas y catalizadores hasta satélites y sistemas de guía. La hegemonía china en todas las fases de la cadena de valor otorga al gobierno de Xi Jinping una capacidad de coacción comparable a la que Estados Unidos ejerce en el sector de los semiconductores. Pekín ha decidido utilizar esa ventaja no solo como represalia por los aranceles estadounidenses, sino también como palanca de negociación en vísperas de la cumbre bilateral prevista para finales de octubre. Al prohibir exportaciones a las industrias militares y exigir licencias para cualquier producto que contenga una mínima fracción de tierras raras chinas, el gobierno puede frenar las líneas de producción de aviones, vehículos y equipos electrónicos estadounidenses.
Ross ha comparado la maniobra con un sistema de racionamiento encubierto: retrasar o denegar licencias permite a Pekín ajustar el grifo del suministro a su conveniencia. De momento, Washington dispone de reservas que fueron acumuladas durante el inicio de la guerra comercial, pero las existencias apenas cubren unos pocos meses de consumo. Las empresas estadounidenses están intentando diversificar proveedores —con inversiones en Australia, Pakistán y California— y el Departamento de Guerra ha tomado participaciones en productores locales para levantar plantas de separación y fabricación. Sin embargo, estas instalaciones tardarán años en funcionar a plena capacidad, mientras que China puede activar o desactivar sus controles de inmediato.
Más allá de las tierras raras
La ofensiva china incluye otros elementos. El mismo día que se anunciaron los controles a las tierras raras, Pekín amplió las restricciones a la exportación de baterías de ion‑litio y de los equipos necesarios para su producción. Estas baterías son imprescindibles para los coches eléctricos, las redes de almacenamiento de energía y muchos dispositivos electrónicos. Además, el gobierno ha introducido tasas a los buques estadounidenses y ha utilizado su peso en el mercado de divisas para fortalecer su moneda: según el Banco de Pagos Internacionales, el yuan aumentó su participación en las transacciones globales al 8,5 % en 2025. Aunque el dólar sigue siendo la divisa dominante, este avance indica que la internacionalización del yuan podría convertirse en otra herramienta de presión financiera.
Un pulso con final abierto
La pugna entre EE. UU. y China se ha trasladado así al terreno de los suministros estratégicos. La Casa Blanca confía en que sus inversiones en minería y procesamiento doméstico reduzcan la dependencia de Pekín, pero la Agencia Internacional de la Energía prevé que, incluso en 2030, China seguirá controlando más de la mitad de la producción y el refinado de tierras raras. El plazo de puesta en marcha de una mina de tierras raras en Estados Unidos ronda los 29 años, mientras que la demanda crece rápidamente por la transición energética y el rearme mundial. Con las negociaciones en marcha y nuevas restricciones en el horizonte, las tierras raras se han convertido en el arma no convencional con la que Pekín busca reequilibrar la balanza en la guerra comercial. Su eficacia radica en que, por ahora, no existe sustituto ni alternativa global que anule su poder.

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