El Comercio De La República - China: Amenazas y debilidad

Lima -

China: Amenazas y debilidad




En los últimos meses Pekín ha respondido a la escalada arancelaria de Washington con un arma que provoca inquietud en Europa y Estados Unidos: restricciones a la exportación de tierras raras y otros metales estratégicos. A principios de octubre China añadió cinco elementos a su lista de productos controlados e impuso un mayor control sobre la tecnología de refinado y sobre los usuarios de semiconductores. Estas medidas, que siguen a las restricciones impuestas en abril, ya provocaron un desplome del 75 % en los envíos de imanes de tierras raras y obligaron a algunos fabricantes europeos de automóviles a parar la producción. La Unión Europea (UE) y Estados Unidos, que dependen de China para el suministro de materias primas esenciales, temen que una suspensión total paralice sus sectores de defensa, energía y electrónica. Sin embargo, el poder real de China es mucho menor de lo que sugieren estos gestos.

Dependencia europea y reacción comunitaria
Europa importa de China principalmente bienes manufacturados y componentes. En 2024 las importaciones procedentes del gigante asiático ascendieron a 519 000 millones de euros, mientras que las exportaciones europeas fueron de 213 300 millones; el déficit comercial de 305 800 millones es el mayor de la UE con cualquier socio. Cerca del 97 % de las importaciones corresponden a maquinaria, vehículos, productos químicos y otras manufacturas. Además, China controla el 95 % del refinado mundial de tierras raras y suministra el 70 % de las importaciones de estos elementos a la eurozona. Las cadenas de suministro son complejas: más del 80 % de las grandes empresas europeas están a no más de tres intermediarios de un productor chino, de modo que incluso cuando compran a un proveedor estadounidense o japonés siguen dependiendo de materias primas chinas.

Estas vulnerabilidades han salido a la luz desde que Pekín comenzó a exigir licencias de exportación para imanes de tierras raras. La Cámara de Comercio de la UE en China denunció en septiembre que los fabricantes de automóviles europeos sufren retrasos y cierres generalizados por los cuellos de botella de las licencias. Pese a las promesas de agilizar los permisos, menos de una cuarta parte de las 140 solicitudes gestionadas por la cámara han sido aprobadas.

Pero Bruselas no está paralizada. La Comisión Europea anunció en junio 13 proyectos de extracción y procesamiento fuera del bloque para asegurar suministros de litio, cobalto, manganeso, grafito y tierras raras. Su Ley de Materias Primas Críticas establece que en 2030 la UE debe extraer el 10 % y procesar el 40 % de sus necesidades y reciclar el 25 %. El comisario de Industria, Stéphane Séjourné, ha insistido en que las restricciones chinas aumentan la voluntad de diversificar y ha defendido crear reservas estratégicas para evitar el “chantaje económico”.

En paralelo, la UE ha elevado los aranceles a los vehículos eléctricos chinos hasta el 38,1 % para frenar las subvenciones y evitar un aluvión de automóviles baratos. Al mismo tiempo, los ministros europeos exploran acuerdos con Estados Unidos y el G7 para coordinar la respuesta a las restricciones chinas y acelerar proyectos conjuntos de extracción y refinado. Esta cooperación es lógica: un estudio del instituto alemán IW muestra que Estados Unidos depende más de las importaciones de la UE que de las de China; en 2024 el valor de los productos de los que Estados Unidos importa más del 50 % desde Europa superó los 287 000 millones de dólares, frente a 247 000 millones procedentes de China. Dicho de otro modo, Europa no solo busca alternativas a China, sino que se posiciona como proveedor clave para el mercado estadounidense de bienes como baterías de litio, maquinaria o productos químicos.

Estados Unidos: un gigante difícil de hundir
Al otro lado del Atlántico, el presidente Donald Trump ha respondido a Pekín con un alza de aranceles hasta el 100 % en las importaciones chinas y con controles a la exportación de software. Las cadenas minoristas temen un aumento de precios y han adelantado pedidos para evitar el golpe. No obstante, la capacidad de resistencia estadounidense es notable. Su economía sigue siendo la mayor del mundo, con un producto interior bruto de unos 29 billones de dólares frente a los 19 billones de China. Su poder se apoya en seis pilares: fuerza militar, red de alianzas, dinamismo económico, innovación tecnológica, el papel global del dólar y el atractivo de su modelo político.

Estados Unidos también está reduciendo gradualmente su dependencia de China; según el estudio alemán, la cantidad de grupos de productos en los que Estados Unidos compra más del 50 % a China cayó a 2 925 en 2024, mientras que los grupos dominados por importaciones europeas aumentaron a más de 3 100. Analistas de McKinsey señalan que Europa suministra el 55 % del mercado global de productos que Estados Unidos adquiere a China, por lo que Washington puede sustituir a Pekín por proveedores europeos en sectores como las baterías de litio.

Debilidades estructurales de China
Las amenazas de Pekín esconden problemas profundos. El crecimiento se desacelera: las previsiones apuntan a un avance del 4,8 % para el tercer trimestre de 2025, el más débil desde el año anterior, en un contexto de tensiones comerciales y pérdida de pedidos de exportadores. El auge económico de décadas pasadas se sustentó en una expansión del crédito que alcanzó el 287 % del PIB en 2024 y ha generado crisis inmobiliarias, fuertes deudas regionales y un consumo interno débil. La dependencia de las exportaciones sigue siendo elevada: China vende a Estados Unidos alrededor de tres veces más bienes de los que compra, de modo que cualquier guerra arancelaria la golpea con más fuerza.

En el plano demográfico, la población china se reducirá un 12 % para 2050, mientras que la estadounidense aumentará un 9 %. La forma de gobierno de China y su modelo de crecimiento tienen escaso atractivo fuera de sus fronteras. Además, la estrategia de imponer restricciones a las exportaciones de metales y minerales es un arma de un solo uso: los minerales no son raros y, ante una interrupción total, Occidente aceleraría la construcción de nuevas minas y plantas de refinado. Este proceso sería costoso, pero viable, y podría derivar en un sistema de suministro dual —un canal occidental más caro pero seguro y otro chino, sometido a intereses políticos—. La paradoja es que, al recurrir repetidamente a esta táctica, Pekín incentiva las inversiones occidentales que acabarán por debilitar su dominio.

Los economistas señalan que China tiene pocas alternativas efectivas. Una devaluación del yuan podría aliviar el impacto de los aranceles, pero provocaría fuga de capitales; más subsidios exacerbarían el exceso de capacidad y la deflación. El mercado interno no despega porque las reformas necesarias para impulsar el consumo chocarían con los intereses del sector manufacturero. En palabras de un asesor político citado por Reuters, el enfrentamiento comercial se ha convertido en una guerra de resistencia en la que vence quien aguanta más.

Reconfiguración de las cadenas globales
La pugna entre las dos mayores economías del mundo está reconfigurando las cadenas de suministro. La UE y Estados Unidos trabajan con otros socios del G7 para diversificar fuentes y coordinar acciones. El objetivo es crear reservas, financiar proyectos mineros en África, Groenlandia y Serbia, y desarrollar la capacidad de reciclaje para depender menos de un único proveedor. La UE incluso planea almacenar minerales críticos y reforzar la preparación ciudadana para crisis sistémicas.

Al mismo tiempo, los estudios demuestran que Europa puede convertirse en un proveedor alternativo para Estados Unidos en sectores clave, mientras que Washington cuenta con una economía diversificada y una red de aliados globales que dan tiempo y recursos para reorganizar las cadenas logísticas. Las restricciones chinas han puesto de manifiesto las vulnerabilidades occidentales, pero también han provocado una reacción coordinada que acelera el desapego.

Conclusión
China seguirá usando las exportaciones de materias primas como herramienta de presión y exhibirá su influencia en foros internacionales. No obstante, sus amenazas de “hundir” a Europa y Estados Unidos ocultan la realidad de un poder limitado por la ralentización económica, el envejecimiento de la población y la dependencia de las ventas al exterior. La UE y Estados Unidos, aunque vulnerables a las interrupciones temporales, disponen de capacidad financiera, tecnológica y diplomática para diversificar proveedores y reforzar sus cadenas de suministro. A largo plazo, la aritmética comercial y la dinámica demográfica sugieren que las advertencias de Pekín son más un gesto de desesperación que un preludio de hegemonía.



Destacados


Rusia y el terrorismo contra Ucrania

Rusia es un estado terrorista, algo que todo el mundo sabe desde el 24 de febrero de 2022. ¡Desde febrero de 2022, el estado terrorista ruso comete a diario crímenes de guerra, violaciones, asesinatos, saqueos, tomas de rehenes y otros crímenes bestiales!La invasión rusa de Ucrania, iniciada en febrero de 2022, continúa generando incertidumbre sobre su desenlace. Mientras algunos analistas apuntan a que Moscú ha alcanzado ciertos objetivos estratégicos, otros señalan que aún no puede hablarse de una victoria rotunda, dado el prolongado conflicto y la resistencia ucraniana, respaldada en gran medida por la ayuda militar y financiera de Occidente. En este contexto, surgen preguntas fundamentales: ¿ha ganado Rusia la guerra? ¿Qué escenarios se plantean para el futuro de Ucrania?Estancamiento y guerra de desgaste:Uno de los panoramas más mencionados por los expertos es el de un conflicto prolongado, caracterizado por escaramuzas en puntos clave y por un avance lento y costoso para ambas partes. La dinámica de esta «guerra de desgaste» implica que Ucrania mantenga un alto nivel de movilización, con el apoyo técnico y diplomático de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que Rusia trataría de afianzar su control sobre las zonas que ya ocupa, reforzando sus posiciones militares y logísticas.Posibles consecuencias: desgaste económico para ambas naciones, mayor dependencia de Ucrania de la asistencia occidental y riesgo de crisis humanitaria en las regiones más afectadas.Negociaciones y acuerdo de paz parcial:Otro posible desenlace reside en un eventual acuerdo de paz que no necesariamente implicaría una restauración total de las fronteras ucranianas previas a la invasión. Con la mediación de potencias internacionales, se ha especulado sobre la posibilidad de un alto el fuego y la fijación de nuevas líneas de demarcación.Posibles consecuencias: consolidación de facto del control ruso en territorios disputados, alivio temporal de la tensión, pero persistencia de un conflicto latente que podría reactivarse si no se abordan las causas de fondo.Escalada y riesgo de confrontación mayor:A pesar de que numerosos países han abogado por la vía diplomática, existe el temor de que el conflicto pueda escalar. Un escenario extremo contemplaría un aumento de la presión militar por parte de Rusia o la intervención más directa de otras potencias, lo que elevaría significativamente el peligro para la estabilidad europea e internacional.Posibles consecuencias: agravamiento de la crisis humanitaria, mayor número de desplazados y potencial expansión del conflicto a otros Estados de la región.Victoria ucraniana con apoyo internacional:No se descarta, por otra parte, un escenario favorable a Ucrania. La combinación de la resistencia local y la asistencia militar extranjera podría permitirle recuperar parte de los territorios ocupados o, al menos, defender con éxito las zonas aún bajo su control.Posibles consecuencias: reposicionamiento geopolítico de Ucrania como aliado firme de Occidente, fortalecimiento de sus fuerzas armadas y la posible redefinición del equilibrio de poder en Europa del Este.¿Ha ganado Rusia la guerra?Por ahora, no existe un consenso definitivo sobre si Rusia puede considerarse vencedora. Si bien ha obtenido algunas ganancias territoriales y ha forzado a Ucrania y a Europa a una respuesta militar y económica de gran calado, los costes —tanto para el Kremlin como para la población ucraniana— se han disparado. El conflicto ha puesto de relieve la determinación de Kiev y el compromiso de la OTAN y la UE en sostener la defensa ucraniana.En última instancia, el futuro de Ucrania dependerá de la capacidad de ambas partes para mantener o intensificar el esfuerzo militar, la voluntad política de negociar y el respaldo de la comunidad internacional. La guerra, lejos de haberse resuelto, sigue definiendo un nuevo orden geopolítico, cuyas repercusiones marcarán el curso de Europa y del mundo durante los próximos años.

EE. UU.: Trump y la crisis sanitaria

En un movimiento sorpresivo que ha generado intensos debates en el panorama político de Estados Unidos, el expresidente Donald J. Trump ha designado a un nuevo referente para encarar la compleja crisis de salud que atraviesa el país. Se trata del doctor Jonathan H. Miller, un reputado especialista en políticas sanitarias y exasesor de la Organización Mundial de la Salud.Según fuentes cercanas al círculo de Trump, Miller tendrá plenos poderes para rediseñar el sistema de atención médica a fin de reducir costes, agilizar procesos y ampliar la cobertura para millones de estadounidenses que aún carecen de seguro. Su nombramiento, sin embargo, no está exento de controversia. Mientras algunos sectores conservadores aplauden la decisión por considerar a Miller un experto en optimización de recursos y recortes presupuestarios, grupos progresistas y diversas organizaciones de derechos civiles temen que las futuras reformas puedan perjudicar a las poblaciones más vulnerables.“Miller se ha destacado por su enfoque pragmático y su afán de eficiencia, pero su historial en la implantación de programas de salud pública es limitado”, señala la analista política Michelle Ortiz. “Por un lado, Trump busca una solución rápida y contundente; por otro, no está claro hasta qué punto se priorizarán las necesidades de quienes históricamente han estado al margen del sistema”.Durante su breve comparecencia ante los medios, Miller se comprometió a “revisar de inmediato” las leyes que rigen el acceso a la salud y a proponer un plan de acción que contemple la modernización de los hospitales y clínicas rurales, así como la incorporación de tecnología punta en la gestión de historias clínicas. No obstante, evitó entrar en detalles sobre la posible derogación de normativas vigentes, incluido el polémico Affordable Care Act, emblema de la administración Obama.La comunidad médica observa con cautela el rumbo que podría tomar el sistema sanitario bajo esta nueva iniciativa. Mientras algunos doctores y especialistas en salud pública reconocen la necesidad de cambios profundos para hacer frente al envejecimiento de la población, el encarecimiento de los medicamentos y la disparidad en el acceso a seguros, otros temen que una visión excesivamente economicista arriesgue el principio de universalidad.Por el momento, el futuro de la reforma sanitaria estadounidense permanece incierto. Lo que sí parece seguro es que la apuesta de Trump por el doctor Miller como adalid del cambio marcará un nuevo capítulo en la incesante pugna entre quienes defienden un mayor rol del Estado en la protección de la salud y quienes abogan por iniciativas privadas y la desregulación del sector. Queda por ver si este nuevo liderazgo será capaz de generar consensos duraderos o si se sumará a la larga lista de intentos fallidos por reparar un sistema que, a juicio de muchos, lleva décadas en crisis.

Trump avala Submarino Nuclear

El 29 de octubre de 2025, en la ciudad surcoreana de Gyeongju, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunió con su homólogo surcoreano Lee Jae‑myung durante la cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica de Asia‑Pacífico (APEC). Tras semanas de negociaciones comerciales y de seguridad, ambos mandatarios anunciaron un amplio acuerdo que, entre otras cosas, reduce los aranceles estadounidenses a los productos surcoreanos y compromete a Seúl a realizar inversiones masivas en territorio estadounidense. Pero la noticia que más sorprendió a la región fue la autorización de Washington para que Corea del Sur pueda construir un submarino de propulsión nuclear.Una decisión que rompe precedentesDonald Trump comunicó públicamente que ha dado luz verde a Corea del Sur para pasar de los antiguos submarinos diésel a una nave impulsada por reactor nuclear. Según explicó en su red social, la embarcación se construirá en los astilleros de Filadelfia, propiedad del grupo surcoreano Hanwha Ocean, adquirido por esa compañía en 2024. Desde el punto de vista del mandatario, fabricar el submarino en Estados Unidos permitirá revitalizar la industria naval estadounidense y reforzar la alianza con Seúl. Además, Trump afirmó que el gobierno surcoreano se comprometió a comprar grandes cantidades de petróleo y gas a Estados Unidos y a realizar inversiones por 150 000 millones de dólares en el sector naval estadounidense y otros 200 000 millones en distintos sectores industriales.Esta autorización es histórica porque, desde la década de 1950, Estados Unidos ha compartido su tecnología de propulsión nuclear sólo con el Reino Unido. Con ella, Corea del Sur se incorporaría al reducido grupo de países capaces de operar submarinos de propulsión nuclear, junto a Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y la India. A diferencia de los proyectos de la alianza AUKUS, que suministra reactores a Australia, la propuesta surcoreana contempla un único submarino y excluye la incorporación de armamento nuclear; la solicitud de Seúl se centra en emplear combustible enriquecido para mejorar autonomía y capacidades de seguimiento submarino.Detalles del acuerdo comercial y las inversionesEl pacto alcanzado durante la visita de Trump contempla la reducción de los aranceles estadounidenses a productos surcoreanos al 15 % desde el 25 %, a cambio de que Seúl financie 350 000 millones de dólares en inversiones y compras. De ese total, 150 000 millones se destinarán específicamente al sector naval estadounidense en un plazo de varios años, y los 200 000 millones restantes irán a otros sectores clave, con un límite de 20 000 millones de dólares por año para evitar una desestabilización de la moneda surcoreana. Además, las inversiones de empresas surcoreanas en Estados Unidos superarán los 600 000 millones de dólares e incluirán la compra de equipamiento militar por valor de 25 000 millones para 2030. El acuerdo comercial también excluye los semiconductores, pero ambos gobiernos aseguran que las condiciones para esos productos no serán peores que las concedidas a Taiwán.Reacciones y debate regionalLa decisión de Washington generó reacciones inmediatas en Asia oriental. Corea del Norte, que en los últimos años ha desarrollado submarinos experimentales de propulsión nuclear y mantiene un programa de armas estratégicas, vio en la autorización una amenaza a su posición militar. China, por su parte, instó a Estados Unidos y Corea del Sur a respetar los compromisos de no proliferación nuclear y a no desestabilizar la región. Mientras tanto, el ministro de Defensa japonés, Shinjiro Koizumi, manifestó que Tokio debe debatir la posibilidad de incorporar submarinos de propulsión nuclear en su flota. Japón opera actualmente submarinos diésel‑eléctricos de la clase Taigei y su legislación limita el uso militar de la energía atómica, por lo que un viraje hacia reactores nucleares implicaría cambios legales y grandes inversiones. Sin embargo, el avance chino en este campo y las ambiciones norcoreanas han reactivado el debate político en Tokio.Dentro de Corea del Sur, algunos legisladores y expertos cuestionan la necesidad y el costo del proyecto. Observan que el astillero de Filadelfia carece de experiencia en la construcción de submarinos de guerra y que, aunque la industria surcoreana posee tecnología avanzada, desarrollar un reactor naval puede llevar casi una década. Además, las disposiciones del Acuerdo 123 sobre energía atómica, vigente entre Estados Unidos y Corea del Sur, prohíben a Seúl enriquecer uranio o reprocesar combustible con fines militares. Para operar un submarino nuclear, Seúl depende de la cooperación estadounidense tanto para el suministro de combustible como para transferir la tecnología necesaria.Organizaciones de control de armas también advirtieron que un submarino nuclear surcoreano podría abrir la puerta al uso de uranio altamente enriquecido con fines militares, lo que exigiría nuevas salvaguardias por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica. Los defensores del proyecto replican que un submarino de propulsión nuclear tiene mayor autonomía y capacidad de vigilancia que uno diésel‑eléctrico, por lo que podría vigilar mejor la península coreana e incluso liberar recursos de la Marina estadounidense en la región.Contexto internacional y significado estratégicoLa autorización de Donald Trump llega en un momento de crecientes tensiones en el Indo‑Pacífico. China ha modernizado su flota de submarinos nucleares y expande su presencia en el Mar de China Meridional. Corea del Norte ha anunciado planes para construir un submarino nuclear táctico y ha profundizado sus vínculos militares con Rusia. Por su parte, Estados Unidos busca reforzar la disuasión extendida en la región y preservar su influencia frente al auge chino. La decisión de permitir un submarino nuclear surcoreano puede interpretarse como un mensaje político a Pekín y como una herramienta para fortalecer la alianza Seúl‑Washington. No obstante, expertos señalan que la medida también comercializa la relación, pues condiciona la cooperación de seguridad a fuertes compromisos económicos por parte de Corea del Sur.En paralelo a la autorización, Trump anunció su intención de reanudar las pruebas de armas nucleares, suspendidas desde 1992. Este anuncio ha generado inquietud en la comunidad internacional y se interpreta como parte de una estrategia de presión sobre otras potencias que han probado misiles de crucero de alcance casi ilimitado. La conjunción de ambos anuncios –la autorización para el submarino surcoreano y el retorno de las pruebas nucleares estadounidenses– marca un giro significativo en la política de seguridad de Washington y subraya el regreso de la competición nuclear como eje de la geopolítica mundial.PerspectivasAunque la autorización estadounidense permite a Corea del Sur embarcarse en la construcción de su primer submarino de propulsión nuclear, el proyecto sigue rodeado de incógnitas. Se necesitan acuerdos precisos sobre el suministro y el tipo de combustible, la participación de la industria surcoreana, los costos y los plazos de construcción. Igualmente, cualquier avance requerirá la aceptación de los parlamentos y la opinión pública en ambos países. Corea del Sur deberá equilibrar su deseo de mayor autonomía defensiva con las obligaciones de no proliferación y con las preocupaciones de sus vecinos.En definitiva, la luz verde de Donald Trump a Corea del Sur para construir un submarino de propulsión nuclear constituye un hecho sin precedentes que reconfigura la seguridad en Asia oriental. Refuerza la alianza bilateral a través de un intercambio de inversiones y tecnología, pero también suscita debates sobre la proliferación nuclear, la competencia con China y el costo político y económico de la disuasión en el siglo XXI.