El Comercio De La República - Censura y venganza: el poder de Trump

Lima -

Censura y venganza: el poder de Trump




Desde su regreso a la Casa Blanca en 2025, Donald Trump (78) ha consolidado un estilo de liderazgo que combina el uso del poder ejecutivo con tácticas que muchos críticos describen como autoritarias. Su segundo mandato ha estado marcado por acciones que reflejan un enfoque centrado en el control, la retaliación contra opositores y una redefinición de las dinámicas institucionales en Estados Unidos. Este artículo explora cómo la censura, la venganza y el ejercicio del poder han definido la gestión de Trump en los últimos meses, transformando el panorama político y social del país.

Un asalto a la disidencia
Trump ha intensificado sus esfuerzos para silenciar voces críticas, desde medios de comunicación hasta instituciones académicas. En los primeros meses de su presidencia, se han reportado medidas que limitan la libertad de prensa, como la exclusión de ciertos medios de eventos oficiales y la imposición de restricciones económicas a publicaciones que no alinean con su narrativa. Estas acciones han generado preocupación sobre el debilitamiento de la prensa como pilar democrático. Además, el presidente ha promovido una red de medios conservadores y plataformas digitales que amplifican su mensaje, mientras descalifica a los medios tradicionales como "enemigos del pueblo".

En el ámbito cultural, universidades y museos han enfrentado presiones para ajustar sus programas y exposiciones a las prioridades del gobierno. Algunas instituciones educativas han perdido fondos federales tras ser acusadas de promover ideas contrarias a la agenda de Trump. Esta estrategia, según observadores, busca no solo controlar el discurso público, sino también castigar a quienes desafían su visión.

La maquinaria de la venganza
La promesa de retaliación ha sido una constante en la retórica de Trump desde su campaña electoral. Una vez en el poder, ha actuado con rapidez para cumplirla. En el Departamento de Justicia, más de una docena de funcionarios que participaron en investigaciones previas contra él fueron despedidos en una purga que ha sacudido la autonomía de la institución. Estas destituciones, justificadas como una necesidad de lealtad, han sido interpretadas como un intento de neutralizar cualquier oposición dentro del sistema judicial.

Asimismo, Trump ha utilizado órdenes ejecutivas para reestructurar la burocracia federal, eliminando protecciones para funcionarios públicos y facilitando su reemplazo por aliados políticos. Este movimiento, respaldado por figuras como Elon Musk, quien lidera esfuerzos para "optimizar" el gobierno, ha generado temores sobre la politización de agencias clave. En el ámbito migratorio, las políticas de Trump han incluido deportaciones masivas y la revocación de permisos humanitarios, afectando a miles de personas y enviando un mensaje claro a quienes se oponen a su agenda.

El poder sin límites
El control de Trump sobre las instituciones se extiende al Congreso y los tribunales. Gobernando en gran medida por decreto, ha sorteado al poder legislativo en temas como aranceles comerciales y políticas migratorias. Los tribunales, aunque han frenado algunas de sus iniciativas más controvertidas, como la eliminación de la ciudadanía por nacimiento, enfrentan críticas desde la administración, con figuras como el vicepresidente JD Vance cuestionando su autoridad.

En el escenario internacional, Trump ha adoptado una postura agresiva, desde imponer aranceles masivos hasta reivindicar territorios como Groenlandia, lo que ha tensado relaciones con aliados tradicionales. Su relación con líderes como Nayib Bukele, con quien ha colaborado en políticas migratorias, refleja una afinidad por modelos de liderazgo fuertes que priorizan el control sobre el consenso.

Un país dividido
Las acciones de Trump han profundizado la polarización en Estados Unidos. Mientras sus seguidores celebran su enfoque directo, millones de ciudadanos, especialmente minorías y comunidades migrantes, enfrentan incertidumbre y temor. Las protestas contra sus políticas han sido respondidas con advertencias de represión, incluyendo la posibilidad de desplegar al ejército para controlar disturbios.

En este contexto, el discurso de Trump sobre la unificación del país suena vacío. Sus referencias a los demócratas como "enemigos" y su negativa a tender puentes con la oposición refuerzan la percepción de un liderazgo que apuesta por la confrontación. La retórica de la venganza, combinada con el uso de la censura y el poder, plantea preguntas sobre el futuro de las instituciones democráticas en Estados Unidos.

Conclusión
El segundo mandato de Donald Trump ha revelado una faceta aún más decidida de su liderazgo: un enfoque que prioriza el control, castiga la disidencia y reconfigura el poder a su favor. La censura de voces críticas, la venganza contra adversarios y el uso expansivo del poder ejecutivo han transformado el paisaje político estadounidense, generando tanto apoyo ferviente como profunda preocupación. En un momento de creciente polarización, el rumbo que tome esta administración definirá no solo el futuro de Estados Unidos, sino también su lugar en el escenario global.



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Rusia y el terrorismo contra Ucrania

Rusia es un estado terrorista, algo que todo el mundo sabe desde el 24 de febrero de 2022. ¡Desde febrero de 2022, el estado terrorista ruso comete a diario crímenes de guerra, violaciones, asesinatos, saqueos, tomas de rehenes y otros crímenes bestiales!La invasión rusa de Ucrania, iniciada en febrero de 2022, continúa generando incertidumbre sobre su desenlace. Mientras algunos analistas apuntan a que Moscú ha alcanzado ciertos objetivos estratégicos, otros señalan que aún no puede hablarse de una victoria rotunda, dado el prolongado conflicto y la resistencia ucraniana, respaldada en gran medida por la ayuda militar y financiera de Occidente. En este contexto, surgen preguntas fundamentales: ¿ha ganado Rusia la guerra? ¿Qué escenarios se plantean para el futuro de Ucrania?Estancamiento y guerra de desgaste:Uno de los panoramas más mencionados por los expertos es el de un conflicto prolongado, caracterizado por escaramuzas en puntos clave y por un avance lento y costoso para ambas partes. La dinámica de esta «guerra de desgaste» implica que Ucrania mantenga un alto nivel de movilización, con el apoyo técnico y diplomático de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que Rusia trataría de afianzar su control sobre las zonas que ya ocupa, reforzando sus posiciones militares y logísticas.Posibles consecuencias: desgaste económico para ambas naciones, mayor dependencia de Ucrania de la asistencia occidental y riesgo de crisis humanitaria en las regiones más afectadas.Negociaciones y acuerdo de paz parcial:Otro posible desenlace reside en un eventual acuerdo de paz que no necesariamente implicaría una restauración total de las fronteras ucranianas previas a la invasión. Con la mediación de potencias internacionales, se ha especulado sobre la posibilidad de un alto el fuego y la fijación de nuevas líneas de demarcación.Posibles consecuencias: consolidación de facto del control ruso en territorios disputados, alivio temporal de la tensión, pero persistencia de un conflicto latente que podría reactivarse si no se abordan las causas de fondo.Escalada y riesgo de confrontación mayor:A pesar de que numerosos países han abogado por la vía diplomática, existe el temor de que el conflicto pueda escalar. Un escenario extremo contemplaría un aumento de la presión militar por parte de Rusia o la intervención más directa de otras potencias, lo que elevaría significativamente el peligro para la estabilidad europea e internacional.Posibles consecuencias: agravamiento de la crisis humanitaria, mayor número de desplazados y potencial expansión del conflicto a otros Estados de la región.Victoria ucraniana con apoyo internacional:No se descarta, por otra parte, un escenario favorable a Ucrania. La combinación de la resistencia local y la asistencia militar extranjera podría permitirle recuperar parte de los territorios ocupados o, al menos, defender con éxito las zonas aún bajo su control.Posibles consecuencias: reposicionamiento geopolítico de Ucrania como aliado firme de Occidente, fortalecimiento de sus fuerzas armadas y la posible redefinición del equilibrio de poder en Europa del Este.¿Ha ganado Rusia la guerra?Por ahora, no existe un consenso definitivo sobre si Rusia puede considerarse vencedora. Si bien ha obtenido algunas ganancias territoriales y ha forzado a Ucrania y a Europa a una respuesta militar y económica de gran calado, los costes —tanto para el Kremlin como para la población ucraniana— se han disparado. El conflicto ha puesto de relieve la determinación de Kiev y el compromiso de la OTAN y la UE en sostener la defensa ucraniana.En última instancia, el futuro de Ucrania dependerá de la capacidad de ambas partes para mantener o intensificar el esfuerzo militar, la voluntad política de negociar y el respaldo de la comunidad internacional. La guerra, lejos de haberse resuelto, sigue definiendo un nuevo orden geopolítico, cuyas repercusiones marcarán el curso de Europa y del mundo durante los próximos años.

EE. UU.: Trump y la crisis sanitaria

En un movimiento sorpresivo que ha generado intensos debates en el panorama político de Estados Unidos, el expresidente Donald J. Trump ha designado a un nuevo referente para encarar la compleja crisis de salud que atraviesa el país. Se trata del doctor Jonathan H. Miller, un reputado especialista en políticas sanitarias y exasesor de la Organización Mundial de la Salud.Según fuentes cercanas al círculo de Trump, Miller tendrá plenos poderes para rediseñar el sistema de atención médica a fin de reducir costes, agilizar procesos y ampliar la cobertura para millones de estadounidenses que aún carecen de seguro. Su nombramiento, sin embargo, no está exento de controversia. Mientras algunos sectores conservadores aplauden la decisión por considerar a Miller un experto en optimización de recursos y recortes presupuestarios, grupos progresistas y diversas organizaciones de derechos civiles temen que las futuras reformas puedan perjudicar a las poblaciones más vulnerables.“Miller se ha destacado por su enfoque pragmático y su afán de eficiencia, pero su historial en la implantación de programas de salud pública es limitado”, señala la analista política Michelle Ortiz. “Por un lado, Trump busca una solución rápida y contundente; por otro, no está claro hasta qué punto se priorizarán las necesidades de quienes históricamente han estado al margen del sistema”.Durante su breve comparecencia ante los medios, Miller se comprometió a “revisar de inmediato” las leyes que rigen el acceso a la salud y a proponer un plan de acción que contemple la modernización de los hospitales y clínicas rurales, así como la incorporación de tecnología punta en la gestión de historias clínicas. No obstante, evitó entrar en detalles sobre la posible derogación de normativas vigentes, incluido el polémico Affordable Care Act, emblema de la administración Obama.La comunidad médica observa con cautela el rumbo que podría tomar el sistema sanitario bajo esta nueva iniciativa. Mientras algunos doctores y especialistas en salud pública reconocen la necesidad de cambios profundos para hacer frente al envejecimiento de la población, el encarecimiento de los medicamentos y la disparidad en el acceso a seguros, otros temen que una visión excesivamente economicista arriesgue el principio de universalidad.Por el momento, el futuro de la reforma sanitaria estadounidense permanece incierto. Lo que sí parece seguro es que la apuesta de Trump por el doctor Miller como adalid del cambio marcará un nuevo capítulo en la incesante pugna entre quienes defienden un mayor rol del Estado en la protección de la salud y quienes abogan por iniciativas privadas y la desregulación del sector. Queda por ver si este nuevo liderazgo será capaz de generar consensos duraderos o si se sumará a la larga lista de intentos fallidos por reparar un sistema que, a juicio de muchos, lleva décadas en crisis.

Irán abre puertas a Argentina

En medio de la escalada del conflicto entre Israel e Irán, el mundo observa con atención las repercusiones geopolíticas y económicas que este enfrentamiento está generando. El mercado del petróleo, en particular, se ha visto sacudido por la posibilidad de un bloqueo en el estrecho de Ormuz, una arteria vital por donde transita más de un tercio del crudo mundial. Para Argentina, esta situación plantea un escenario complejo pero potencialmente beneficioso, gracias a su creciente rol como productor de hidrocarburos y las oportunidades que surgen de la volatilidad global.El contexto energético globalEl estrecho de Ormuz no es solo un paso marítimo; es un punto crítico para el comercio energético internacional. Por esta vía circula aproximadamente el 35% del petróleo mundial y un tercio del gas natural licuado. La incertidumbre sobre su accesibilidad ha disparado los precios del crudo, que alcanzaron picos cercanos a los 75 dólares por barril antes de estabilizarse en niveles algo más bajos, aunque aún volátiles. Esta situación ha puesto en el foco a los países productores de hidrocarburos, y Argentina, con sus vastas reservas en Vaca Muerta, está bien posicionada para aprovechar el momento.Oportunidades para ArgentinaArgentina ha emergido como un actor relevante en el mercado energético gracias a la formación de Vaca Muerta, una de las mayores reservas de shale oil y shale gas del mundo. En los últimos años, la producción de crudo no convencional ha crecido significativamente, representando más de la mitad del total nacional. Este auge ya ha permitido al país registrar superávits comerciales en el sector energético, con miles de millones de dólares ingresando a sus arcas en los últimos meses. Un aumento sostenido en los precios del petróleo podría amplificar estos beneficios, fortaleciendo la balanza comercial y generando divisas esenciales para una economía que busca estabilidad.Además, la coyuntura global podría atraer mayores inversiones hacia el sector energético argentino. Con el precio del crudo en alza, las empresas que operan en Vaca Muerta, como YPF, podrían ver incrementados sus márgenes de ganancia, incentivando la expansión de la producción y la exploración de nuevas áreas. Esto no solo impulsaría el crecimiento económico, sino que también consolidaría la posición de Argentina como proveedor energético en un mercado internacional sediento de alternativas.Los riesgos del panoramaSin embargo, no todo son ventajas. El alza en los precios del petróleo también podría tener un impacto negativo en la economía interna. Un incremento en el costo del crudo se traduciría en combustibles más caros, lo que podría interrumpir el proceso de desinflación que el gobierno actual ha priorizado. Asimismo, si los precios internos se disparan, el Estado podría verse obligado a aumentar los subsidios energéticos, afectando el objetivo de reducir el déficit fiscal. La balanza entre aprovechar las ganancias externas y controlar las presiones internas será un desafío clave.Otro factor a considerar es el costo del transporte marítimo. La inseguridad en rutas clave ha elevado los fletes de crudo en un 15%, lo que podría encarecer las exportaciones argentinas y reducir su competitividad. Las empresas locales deberán adaptarse a esta realidad para mantener su ventaja en el mercado global.Un futuro incierto pero prometedorEn conclusión, el conflicto entre Israel e Irán coloca a Argentina en una posición dual: como potencial beneficiaria de un mercado energético en ebullición y como economía vulnerable a las turbulencias internas que este mismo escenario podría generar. La capacidad del país para capitalizar las oportunidades dependerá de una gestión estratégica que equilibre exportaciones, inversión y estabilidad doméstica. Si lo logra, Argentina podría emerger como una de las naciones más favorecidas por esta crisis, transformando un conflicto lejano en un motor de crecimiento económico.