El Comercio De La República - Islam y laicidad en Francia

Lima -

Islam y laicidad en Francia




Francia ha sido un laboratorio político para el debate europeo sobre la convivencia entre un Estado laico y la práctica del islam. La polémica se reavivó en mayo de 2025 cuando el Gobierno de Emmanuel Macron hizo público un informe encargado al Ministerio del Interior sobre la influencia de la Hermandad Musulmana en el país. El documento afirmaba que la organización, a través de su red de asociaciones y mezquitas, perseguía un «plan a largo plazo» para infiltrar instituciones y propagar una agenda de islam político. El ministro del Interior afirmó que el objetivo final de la Hermandad era «llevar toda la sociedad francesa hacia la sharia», aunque reconoció que la campaña se desarrollaba sin recurrir a la violencia. El texto desató una tormenta política: mientras el Ejecutivo convocaba a sus ministros para elaborar medidas, la asociación Musulmanes de Francia –señalada como rama nacional de la Hermandad– negó cualquier vínculo con la organización egipcia y líderes religiosos como el rector de la mezquita de Villeurbanne calificaron el informe de «bofetada» tras años de colaboración con las autoridades. Expertos en islam político insistieron en que, a pesar de su visión conservadora, la Hermandad no tenía la ambición de instaurar un Estado islámico en Francia y reprocharon al Gobierno que alimentara el miedo para contentar a la derecha.

Un Estado laico ante el islam político
La creciente vigilancia sobre el islam se remonta a la oleada de atentados yihadistas de 2015 y 2016, que llevaron al presidente Macron a anunciar en 2020 la lucha contra lo que llamó «separatismo islamista». Esta estrategia cristalizó en la polémica Ley para Reforzar los Principios de la República, conocida como ley antisezparatismo, promulgada en agosto de 2021. La norma amplió el control estatal sobre asociaciones religiosas y culturales, obligándolas a firmar un contrato republicano para recibir financiación pública; endureció el control del Estado sobre la educación en casa y las escuelas privadas; prohibió certificados de virginidad, castigó la poligamia y los matrimonios forzosos; restringió la financiación extranjera y permitió cerrar lugares de culto que difundieran discursos de odio. En los dos años siguientes, más de 800 establecimientos –entre ellos mezquitas, salas de oración, asociaciones y restaurantes– fueron clausurados o sancionados bajo estos criterios.

Para muchos musulmanes, la ley supuso una intromisión en la libertad religiosa y una forma de estigmatización. Organizaciones de derechos humanos y de minorías denunciaron que el Gobierno confundía la lucha contra el terrorismo con la vigilancia de toda una comunidad. Investigadores señalaron que la ley partía de la premisa de que existe una separación creciente entre la comunidad musulmana y la nación, concepto alimentado por discursos identitarios y electoralistas. Según el politólogo Julien Talpin, la legislación ha normalizado la retórica antiislámica y ha contribuido a la difusión de prejuicios y discriminación.

Educación y símbolos: la escuela en el centro del conflicto
Las escuelas se han convertido en un campo de batalla clave. En 2023, el ministro de Educación prohibió el uso de la abaya —túnica larga tradicional usada por algunas mujeres musulmanas— en los colegios públicos, alegando que su carácter religioso vulneraba la laicidad. La medida siguió a la prohibición del velo islámico en las aulas en 2004 y del velo integral en espacios públicos en 2010, y fue apoyada por la derecha y la extrema derecha. Sin embargo, asociaciones musulmanas argumentaron que la abaya no es un símbolo religioso obligatorio y que la prohibición crea un clima de discriminación y perfilado étnico. La máxima instancia administrativa del país respaldó la decisión, indicando que la prenda formaba parte de una lógica de afirmación religiosa incompatible con la neutralidad escolar.

Otro frente se abrió en junio de 2024 cuando la escuela privada Averroès, el centro musulmán más grande de Francia, perdió la subvención estatal de dos millones de euros anuales por incumplir supuestamente principios de laicidad. Padres y docentes denunciaron un doble rasero que castiga con severidad a los colegios musulmanes mientras tolera irregularidades en instituciones católicas y judías. Desde 2017, al menos cinco escuelas musulmanas han sido cerradas o desfinanciadas, mientras que más de una docena de solicitudes de financiación han sido rechazadas, según un recuento de Reuters. El Ministerio de Educación defiende que no diferencia entre confesiones y que las medidas responden a problemas de gestión, pero los afectados interpretan el endurecimiento como un mensaje de exclusión.

Encuestas, juventud y práctica religiosa
Mientras las políticas restrictivas se multiplican, sondeos recientes han encendido el debate sobre el arraigo de la sharia entre los musulmanes franceses. Una encuesta del instituto IFOP realizada en 2025 indicó que casi la mitad de los encuestados consideraba que las normas islámicas deberían aplicarse de alguna forma en los países donde viven, aunque la mayoría defendía una aplicación parcial adaptada a las leyes locales. El estudio mostró que los jóvenes practicantes tienden a observar más la oración, el ayuno y el uso del velo que generaciones anteriores. No obstante, el mismo informe subrayaba que el destino de la sharia no era político, sino espiritual: los encuestados asociaban las normas islámicas con la ética personal y familiar y no con la instauración de tribunales religiosos.

Las interpretaciones del sondeo fueron divergentes. La publicación provocó titulares alarmistas en medios conservadores europeos, mientras que el rector de la Gran Mezquita de París criticó que se exageraran conclusiones que los propios encuestados no perseguían. Análisis académicos recordaron que las preguntas de la encuesta no incluían la palabra «sharia» y que los resultados reflejaban una mayor práctica religiosa, no una agenda de islam político. Otros expertos advirtieron que, en un contexto de creciente estigmatización, algunos jóvenes pueden reforzar su identidad religiosa como acto de afirmación y pertenencia.

El mito de las «zonas sin ley» y la instrumentalización política
La combinación de atentados, leyes de seguridad y encuestas ha alimentado discursos sobre la supuesta creación de zonas regidas por la sharia en Francia. La idea de barrios «prohibidos» controlados por musulmanes, popularizada por figuras de la extrema derecha en Estados Unidos y el Reino Unido, ha sido desmentida repetidamente. Investigaciones periodísticas han demostrado que el concepto de «no‑go zones» procede de teorías conspirativas y que incluso en países con consejos islámicos, como el Reino Unido, sus resoluciones no tienen valor jurídico. No existe en Francia ningún barrio donde el Estado renuncie a aplicar sus leyes; lo que sí hay son suburbios marcados por la pobreza y la discriminación, que los agitadores extremistas utilizan para avivar el temor al islam.

Los debates en torno a la sharia se han convertido en munición electoral. El informe sobre la Hermandad Musulmana de mayo de 2025 fue publicado en vísperas de las elecciones municipales de 2026 y de las presidenciales de 2027. Partidos de derechas como Les Républicains y Reagrupamiento Nacional han hecho de la seguridad y la identidad sus banderas, proponiendo prohibiciones adicionales al velo, la disolución de asociaciones islamistas y la expulsión de imanes extranjeros. En contraste, la izquierda acusa al Gobierno de criminalizar una religión y de erosionar libertades fundamentales.

Entre laicidad y pluralismo: ¿hacia dónde va Francia?
A la par que reprime, el Estado intenta estructurar un «islam de Francia». En 2022 creó el Foro del Islam en Francia (Forif) para reemplazar al Consejo Francés del Culto Musulmán, con el objetivo de formar imanes en suelo nacional, financiar mezquitas con transparencia y combatir la influencia extranjera. Sin embargo, tres años después, este órgano carece de legitimidad y enfrenta dificultades para aplicar la ley antisezparatismo, para profesionalizar el imamato y para prescindir de los llamados imanes «desplazados», cuya presencia se prohíbe desde enero de 2024. Las comunidades musulmanas, diversas en prácticas y orígenes, se muestran reticentes a un modelo percibido como estatalista.

Francia enfrenta un reto complejo: conciliar su tradición republicana laica con la realidad de ser hogar de más de seis millones de musulmanes, la mayoría de origen magrebí. La sharia, entendida como un corpus de normas religiosas y éticas, no forma parte del ordenamiento jurídico francés, y sus principios están sujetos a la Constitución. El informe gubernamental que alertaba de una «campaña subversiva» para imponer la sharia fue recibido con escepticismo incluso por investigadores críticos con el islam político. La mayoría de los musulmanes franceses sigue valorando la libertad de conciencia y aspira a integrarse plenamente sin renunciar a su fe.

A medida que se acerca la contienda electoral, el discurso sobre la sharia en Francia parece avanzar sin marcha atrás. Pero la realidad social es más matizada: el aumento de la religiosidad juvenil convive con una fuerte adhesión a los valores republicanos; las medidas de seguridad destinadas a combatir el radicalismo generan desconfianza y pueden resultar contraproducentes; y el mito de zonas regidas por la ley islámica sirve a intereses políticos más que a hechos verificables. El desafío para Francia consiste en proteger la seguridad y la igualdad sin sacrificar la libertad de culto ni alimentar prejuicios que fragmenten aún más el tejido social.



Destacados


Rusia y el terrorismo contra Ucrania

Rusia es un estado terrorista, algo que todo el mundo sabe desde el 24 de febrero de 2022. ¡Desde febrero de 2022, el estado terrorista ruso comete a diario crímenes de guerra, violaciones, asesinatos, saqueos, tomas de rehenes y otros crímenes bestiales!La invasión rusa de Ucrania, iniciada en febrero de 2022, continúa generando incertidumbre sobre su desenlace. Mientras algunos analistas apuntan a que Moscú ha alcanzado ciertos objetivos estratégicos, otros señalan que aún no puede hablarse de una victoria rotunda, dado el prolongado conflicto y la resistencia ucraniana, respaldada en gran medida por la ayuda militar y financiera de Occidente. En este contexto, surgen preguntas fundamentales: ¿ha ganado Rusia la guerra? ¿Qué escenarios se plantean para el futuro de Ucrania?Estancamiento y guerra de desgaste:Uno de los panoramas más mencionados por los expertos es el de un conflicto prolongado, caracterizado por escaramuzas en puntos clave y por un avance lento y costoso para ambas partes. La dinámica de esta «guerra de desgaste» implica que Ucrania mantenga un alto nivel de movilización, con el apoyo técnico y diplomático de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que Rusia trataría de afianzar su control sobre las zonas que ya ocupa, reforzando sus posiciones militares y logísticas.Posibles consecuencias: desgaste económico para ambas naciones, mayor dependencia de Ucrania de la asistencia occidental y riesgo de crisis humanitaria en las regiones más afectadas.Negociaciones y acuerdo de paz parcial:Otro posible desenlace reside en un eventual acuerdo de paz que no necesariamente implicaría una restauración total de las fronteras ucranianas previas a la invasión. Con la mediación de potencias internacionales, se ha especulado sobre la posibilidad de un alto el fuego y la fijación de nuevas líneas de demarcación.Posibles consecuencias: consolidación de facto del control ruso en territorios disputados, alivio temporal de la tensión, pero persistencia de un conflicto latente que podría reactivarse si no se abordan las causas de fondo.Escalada y riesgo de confrontación mayor:A pesar de que numerosos países han abogado por la vía diplomática, existe el temor de que el conflicto pueda escalar. Un escenario extremo contemplaría un aumento de la presión militar por parte de Rusia o la intervención más directa de otras potencias, lo que elevaría significativamente el peligro para la estabilidad europea e internacional.Posibles consecuencias: agravamiento de la crisis humanitaria, mayor número de desplazados y potencial expansión del conflicto a otros Estados de la región.Victoria ucraniana con apoyo internacional:No se descarta, por otra parte, un escenario favorable a Ucrania. La combinación de la resistencia local y la asistencia militar extranjera podría permitirle recuperar parte de los territorios ocupados o, al menos, defender con éxito las zonas aún bajo su control.Posibles consecuencias: reposicionamiento geopolítico de Ucrania como aliado firme de Occidente, fortalecimiento de sus fuerzas armadas y la posible redefinición del equilibrio de poder en Europa del Este.¿Ha ganado Rusia la guerra?Por ahora, no existe un consenso definitivo sobre si Rusia puede considerarse vencedora. Si bien ha obtenido algunas ganancias territoriales y ha forzado a Ucrania y a Europa a una respuesta militar y económica de gran calado, los costes —tanto para el Kremlin como para la población ucraniana— se han disparado. El conflicto ha puesto de relieve la determinación de Kiev y el compromiso de la OTAN y la UE en sostener la defensa ucraniana.En última instancia, el futuro de Ucrania dependerá de la capacidad de ambas partes para mantener o intensificar el esfuerzo militar, la voluntad política de negociar y el respaldo de la comunidad internacional. La guerra, lejos de haberse resuelto, sigue definiendo un nuevo orden geopolítico, cuyas repercusiones marcarán el curso de Europa y del mundo durante los próximos años.

EE. UU.: Trump y la crisis sanitaria

En un movimiento sorpresivo que ha generado intensos debates en el panorama político de Estados Unidos, el expresidente Donald J. Trump ha designado a un nuevo referente para encarar la compleja crisis de salud que atraviesa el país. Se trata del doctor Jonathan H. Miller, un reputado especialista en políticas sanitarias y exasesor de la Organización Mundial de la Salud.Según fuentes cercanas al círculo de Trump, Miller tendrá plenos poderes para rediseñar el sistema de atención médica a fin de reducir costes, agilizar procesos y ampliar la cobertura para millones de estadounidenses que aún carecen de seguro. Su nombramiento, sin embargo, no está exento de controversia. Mientras algunos sectores conservadores aplauden la decisión por considerar a Miller un experto en optimización de recursos y recortes presupuestarios, grupos progresistas y diversas organizaciones de derechos civiles temen que las futuras reformas puedan perjudicar a las poblaciones más vulnerables.“Miller se ha destacado por su enfoque pragmático y su afán de eficiencia, pero su historial en la implantación de programas de salud pública es limitado”, señala la analista política Michelle Ortiz. “Por un lado, Trump busca una solución rápida y contundente; por otro, no está claro hasta qué punto se priorizarán las necesidades de quienes históricamente han estado al margen del sistema”.Durante su breve comparecencia ante los medios, Miller se comprometió a “revisar de inmediato” las leyes que rigen el acceso a la salud y a proponer un plan de acción que contemple la modernización de los hospitales y clínicas rurales, así como la incorporación de tecnología punta en la gestión de historias clínicas. No obstante, evitó entrar en detalles sobre la posible derogación de normativas vigentes, incluido el polémico Affordable Care Act, emblema de la administración Obama.La comunidad médica observa con cautela el rumbo que podría tomar el sistema sanitario bajo esta nueva iniciativa. Mientras algunos doctores y especialistas en salud pública reconocen la necesidad de cambios profundos para hacer frente al envejecimiento de la población, el encarecimiento de los medicamentos y la disparidad en el acceso a seguros, otros temen que una visión excesivamente economicista arriesgue el principio de universalidad.Por el momento, el futuro de la reforma sanitaria estadounidense permanece incierto. Lo que sí parece seguro es que la apuesta de Trump por el doctor Miller como adalid del cambio marcará un nuevo capítulo en la incesante pugna entre quienes defienden un mayor rol del Estado en la protección de la salud y quienes abogan por iniciativas privadas y la desregulación del sector. Queda por ver si este nuevo liderazgo será capaz de generar consensos duraderos o si se sumará a la larga lista de intentos fallidos por reparar un sistema que, a juicio de muchos, lleva décadas en crisis.

PSOE sinkt und Vox wächst

La política española está viviendo una transformación acelerada. Tras las elecciones generales de 2023, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) logró mantenerse en el poder mediante pactos parlamentarios, pero su liderazgo se ha debilitado. Diversas encuestas recientes muestran un desplome sostenido de su apoyo electoral y un notable crecimiento de Vox, la formación de derecha radical que lidera Santiago Abascal. Este fenómeno ha abierto un debate sobre la estabilidad del bloque progresista y la posibilidad de que el Partido Popular (PP) y Vox logren una mayoría suficientemente amplia como para cambiar el rumbo del país.Qué dicen las encuestas más recientesLos sondeos publicados desde el otoño de 2025 muestran una tendencia clara: el PSOE retrocede en intención de voto, mientras que la derecha se consolida. Un estudio realizado por una firma demoscópica situó al PP en torno al 33,6 % de los votos (unos 144 escaños) y al PSOE en torno al 27,4 % (110 escaños). La misma encuesta otorgó a Vox un 16,2 % de apoyo y 55 diputados, el mejor resultado de su historia. La clave del sondeo no era solo la caída socialista; el estudio calculó que Vox captaba cerca de 240 000 votos procedentes del PSOE y de Sumar, incluidos unos 195 000 socialistas desencantados. Además, el PP sufría un trasvase de alrededor de 1,1 millones de electores a favor de Abascal.Otra encuesta, elaborada en septiembre, mostraba cifras aún más abultadas. El PP aparecía con un 35,2 % de intención de voto y hasta 156 escaños, mientras que Vox podría alcanzar cincuenta diputados. El PSOE, por su parte, se hundía hasta el 25,8 % de los sufragios, lo que le situaría en torno a 105 diputados. Un tercer sondeo –realizado pocos días después de los incendios que azotaron varias comunidades– dibujó un panorama todavía más alarmante para los socialistas: el PP caía al 30,7 % de los votos, pero Vox alcanzaba un 17,4 %, cinco puntos por encima de su registro de 2023. La misma investigación cifraba la suma de PP y Vox en el 48,1 % de los votos frente al 37,7 % de PSOE, Sumar y Podemos.Incluso hay sondeos que rozan el sorpasso. Un panel elaborado en noviembre por otra consultora elevó a Vox hasta el 18,6 % de los votos y pronosticó que la formación ultraconservadora pasaría de los 33 diputados actuales a 62, casi el doble. Este crecimiento implicaría 1,47 millones de votos adicionales y situaría a Vox a menos de dos millones de sufragios del PSOE. En ese escenario, el partido de Abascal tendría fuerza suficiente para exigir carteras ministeriales y marcar la agenda de un futuro gobierno de la derecha.Por qué se hunde el PSOE y quién alimenta a VoxEl debilitamiento del PSOE no se explica únicamente por la erosión del poder tras años de gobierno. Varios estudios demoscópicos detectan una pequeña pero creciente fuga de votos socialistas hacia la extrema derecha. Las encuestas del CIS, Opina 360 y 40dB coinciden en que entre el 2,8 % y el 4 % de los votantes socialistas de 2023 se inclinan ahora por Vox. Aunque el trasvase no es masivo, equivale a más de 250 000 votos, un fenómeno que hace apenas unos años era inimaginable.¿Quiénes son esos electores que abandonan el socialismo y abrazan un discurso radical? El perfil que dibujan las encuestas es claro: personas de entre 25 y 44 años, que viven en ciudades o municipios medianos, sin estudios universitarios, con empleos precarios y apuros económicos. Estos votantes no se identifican con las consignas culturales del progresismo y perciben que el Gobierno no se ocupa de sus problemas cotidianos. Cuando escuchan a Vox hablar de impuestos, orden o seguridad, interpretan esas palabras como una apelación directa a su situación. El salto no responde a una conversión ideológica sino a un sentimiento de rabia y castigo hacia un partido que perciben como distante.Vox también se nutre del desgaste del PP. Según los barómetros, alrededor del 14,5 % de los votantes conservadores de 2023 se han pasado a Vox, una cifra que ha crecido hasta el 17,7 % en los estudios más recientes. La formación de Abascal retiene, además, al 86,7 % de sus propios votantes, mostrando una fidelidad mayor que la de sus rivales. Parte de este éxito se debe a la capacidad de Vox para captar el voto joven: en algunas franjas de edad (18-24 y 25-34 años) duplica al PP y supera claramente al PSOE. Su discurso simplificado y su presencia en redes sociales han calado en una generación que desconfía de las élites tradicionales.Elementos que alimentan el ascenso de AbascalAdemás de la erosión de los partidos tradicionales, Vox se beneficia de otros factores. El calendario electoral juega a su favor: al no haber generales a la vista hasta 2027, el votante de la derecha más radical se siente libre para reafirmar sus principios sin preocuparse aún por la gobernabilidad. Esta consolidación le permite imponer debates al PP en cuestiones como el aborto, la inmigración o las políticas climáticas, obligando a los populares a endurecer su discurso y cediendo terreno simbólico. Mientras tanto, la polarización y el auge de líderes ultraconservadores en otros países –como la vuelta de Donald Trump o la irrupción de Javier Milei– ofrecen a Abascal una plataforma internacional que legitima su proyecto.Sin embargo, no todas las encuestas apuntan a un desmoronamiento total del PSOE. Algunas mediciones reflejan que los socialistas aún conservan alrededor del 64 % de sus votantes y, pese a la caída, siguen siendo la principal fuerza entre las mujeres y entre los mayores de 65 años. También hay indicadores de que una parte del electorado prefiere que la legislatura se agote: en una encuesta reciente, el 30,7 % era partidario de mantener el calendario, aunque un 59,3 % reclamaba elecciones anticipadas. El desgaste de Sumar y las tensiones en Junts y otros aliados del Gobierno moderan las expectativas de una remontada, pero el escenario aún está abierto.¿Puede Abascal ganar las elecciones generales?La pregunta que muchos se hacen es si el líder de Vox podría llegar a la presidencia del Gobierno. A la luz de los datos, la respuesta parece compleja. Por un lado, el crecimiento de Vox es incontestable y le da un peso determinante en el bloque de la derecha. En algunos sondeos obtiene cinco puntos más que en 2023 y supera el 17 % de intención de voto. Su rendimiento en escaños podría rondar los cincuenta o incluso superar los sesenta diputados, otorgándole la llave de la investidura. Con estas cifras, Abascal tendría capacidad para negociar ministerios y condicionar la agenda de un Ejecutivo conservador.Pero ganar en solitario parece una quimera. El sistema electoral español premia a las fuerzas más votadas y penaliza la fragmentación, especialmente en provincias pequeñas. Para que Abascal llegase a la Moncloa necesitaría superar al PP en votos y escaños, algo que ninguna encuesta contempla por ahora. Incluso en los sondeos más favorables, Vox sigue siendo tercera fuerza y necesita sumar sus votos a los de un PP que, pese a su desgaste, continúa encabezando las proyecciones. Además, el rechazo que genera Vox en partidos nacionalistas vascos y catalanes limita sus posibilidades de tejer alianzas alternativas. A diferencia del PSOE, que puede apoyarse en formaciones periféricas aunque quede en segunda posición, la derecha radical tiene escaso margen para pactar fuera de su bloque.En consecuencia, la hipótesis más probable es que Vox mantenga su ascenso y se convierta en socio imprescindible del PP en un futuro gobierno, pero no que logre la mayoría necesaria para que Abascal sea presidente. Su verdadero poder residirá en la capacidad de condicionar políticas como la inmigración, la seguridad, el modelo territorial o la transición ecológica. El líder ultra ya ha demostrado en varios gobiernos autonómicos que no dudará en romper pactos si sus exigencias no se cumplen. Esa dinámica tensa cualquier eventual acuerdo y hace que el electorado moderado mire con recelo la posibilidad de un Ejecutivo compartido.Conclusión: un paisaje inciertoEl hundimiento del PSOE y la irrupción de Vox responden a factores que van desde la fatiga económica y la desafección con el discurso progresista hasta la polarización y el ejemplo de movimientos ultraconservadores en otros países. Las encuestas de 2025 dibujan un escenario en el que el bloque de la derecha supera claramente al de la izquierda, pero en el que la aritmética electoral impediría a Abascal gobernar sin la alianza de los populares. Con la legislatura programada hasta 2027, todavía queda tiempo para que el panorama cambie; un giro en la economía, una crisis política o la reorganización de las fuerzas progresistas podrían alterar las tendencias actuales.Lo que sí parece ineludible es que el mapa político español ya no se entiende sin Vox. La formación de Santiago Abascal ha dejado de ser un actor marginal para convertirse en un factor determinante. Aunque aún no pueda aspirar a ganar unas elecciones generales, su capacidad de arrastrar el debate y obligar a los demás a definirse alrededor de sus posiciones será uno de los elementos centrales de la política española en los próximos años.